De las tres propuestas que el cine producido por la comunidad afroamericana logró colar hacia el Óscar, todo parece indicar que la más brillante es Luz de Luna, una cinta dirigida por Barry Jenkins (Un Remedio para la Melancolía) que se estrenó en algunos cines mexicanos este fin de semana. La cinta nos relata la historia de Chiron, un hombre que vive en la Florida y a quien exploramos su infancia (Alex Hibbert), adolescencia (Ashton Sanders) y vida adulta (Trevante Rhodes), en tres episodios distintos llamados «Little», «Chiron» y «Black» respectivamente.
La película nos muestra el retrato de este joven que intenta sobrevivir a un mundo conflictivo, debido a sus preferencias sexuales que le hacen sufrir bullying, los problemas familiares que sufre por las adicciones de su madre (Naomie Harris), pero también encontrará en algunas personas el amor que se le niega en el camino como su mejor amigo Kevin (también interpretado por tres actores), un vendedor de drogas (Mahersala Ali) y Theresa, la novia de este vendedor (Janelle Morae).
El director logra hacer una cinta que explora una larga vida sin caer en esos detalles que llevaron al desarrollo de Boyhood y quitando el glamour que tuvo la cinta para darnos una historia cruda pero conmovedora, dolorosa pero realista, escandalosa pero sincera, de la vida que puede tener una persona homosexual en un entorno muy difícil para poder siquiera llevar las cosas en paz.
Aunque la historia puede caer en momentos en la lentitud o puede dar una sensación de déjà vu, considerando la primera parte hermosamente ejecutada, una segunda parte cruda, violenta pero que no cae en las sobreactuaciones y una tercera parte que da un cierre digno a la historia, aunque me atrevo a decir que es la parte más débil de la trama, como si los diálogos se hubieran perdido un poco cayendo en un diálogo demasiado cotidiano.
La ejecución de los personajes es natural y se siente en momentos muy poderosa, planteando bien las actitudes de cada uno y justificando por qué debemos amar y odiar a dichos personajes, de demostrarnos y justificarnos la forma de ser de cada uno.
De ahí que la forma en que los tres actores interpretan a Charon es impresionante, pues los tres logran interpretarlo de manera que si vemos una progresión en su forma de ser, un personaje con pocos diálogos pero mucha expresión facial, que el director logró sacarle a cada uno la capacidad de que pudieran actuar «hasta con los ojos» sin decir una sola línea, aunque con Trevante Rhodes si se pierde un poco al final.
No obstante, ahí tenemos en las tres historias la actuación de Naomie Harris, quien consigue su primera nominación al Óscar gracias a una actuación muy integral como una mujer que, incapaz de sacar a su hijo adelante, cae en la drogadicción, mostrando los diferentes efectos que esto conlleva, lo cual nos permite ver un trabajo bastante aceptable y constante en la actriz que recordamos por cintas como Piratas del Caribe o 007: Operación Skyfall. Aunque no parece ser lo suficientemente consistente como para ganarle a Viola Davis, Harris logra con este personaje hacer notar que puede aspirar a mucho en el cine norteamericano.
Pero hay que subrayar la actuación de Mahersala Ali como un vendedor de drogas con corazón de oro que se adueña del primer acto con relativa facilidad, logrando una imagen de figura paterna que Chiron necesita y que te mueve ver cómo dedica su tiempo para tratar de perpetuar su manera de ser en el niño. Su actuación es breve, pero la manera en que maneja a su personaje me dejó sorprendido, mostrando con mucho por qué Ali es un gran candidato a alzar el Oscar como Mejor Actor de Reparto.
El resto del elenco sabe sostener bien a sus personajes, en particular la actuación de André Holland como Kevin en la etapa adulta, quien toma de pronto mucha fuerza al final de la cinta y hasta parecía arrebatarle a Ali esa nominación a Mejor Actor de Reparto.
Otro detalle que debo subrayar es el trabajo de la cámara que nos brinda James Laxton, quien nos brinda un trabajo muy dedicado, en el que vemos como juguetea con la cámara para darnos unas tomas muy personales de los personajes, como si el público de pronto se volviera Chiron y conversara con ellos (un enfoque un tanto similar a los enfoques que le agrada usar a Dolan en sus películas), pero también un uso inteligente de la cámara en movimiento para seguir momentos clave, de sentir que somos testigos de dichos eventos, incluso hasta de construir un momento dramático a base de unos giros correctos de la cámara.
Una escena que resulta formidable es una donde la iluminación de un cuarto funciona como fondo para darnos un momento en cámara lenta, sin diálogos sonoros, que nos dice todo sin tener que oír lo que dicen, que nos muestra como alguien abre la puerta para ir al infierno sin que veamos el fuego, un momento cinematográfico memorable.
También hay que resaltar el trabajo de Nicholas Britell que por fin logra una nominación al Óscar a Mejor Banda Sonora. Aunque no son canciones que ambienten escena tras escena, las que logra colocar saben imprimir diferentes momentos en la historia, la paz que brinda una escena con un fuerte tono paterno, la intensidad en uno de los momentos más intensos de la historia. Aunque esa banda sonora se mezcla con los sonidos hip hop que debe tener una historia ambientada en un barrio afroamericano sorprende escuchar la triste versión que Caetano Veloso nos regala de Cucurrucucú Paloma.
Luz de Luna no es para todos, es una cinta que se mastica despacio, se debe comprender paulatinamente y no entretiene tan fácil a una audiencia acostumbrada a fórmulas más ágiles, pero si se convierte en una cinta que es una gran contendiente a los Premios Oscar y es probable que no se vaya del evento sin dos o tres premios.
[marstheme_review post_id=»132940″]