Trascender se basa en un dilema que ha sido tratado por innumerables teósofos, filósofos y científicos: la trascendencia humana. ¿Qué hay más allá de la vida orgánica para el individuo? Algunos creen que el paraíso o el infierno, en esa eterna dicotomía propia de las religiones dualistas. Otros opinan que nos espera el Oblivion, la nada, el regreso al éter del que emergimos tan misteriosa como milagrosamente. Y unos cuantos, los menos, que la trascendencia del ser humano podría encontrarse en su propia creación, ya no como legado, sino como obra encarnada.

La temática de Trascender no es, ni remotamente, original. Es por lo anteriormente descrito que coincide con obras semejantes, obras maestras de la animación como Ghost In The Shell (GITS), obra original del mangaka Mamoru Oshii, que trata justamente de un futuro en el que la transferencia de la mente a un cerebro artificial se ha hecho posible. Desde este punto de vista, Trascender se ubica en un universo propio en el que se da el nacimiento de esta tecnología, basada primero en el desarrollo de inteligencia artificial a niveles muy cercanos a los de un adulto, para ser empleada posteriormente en individuos de prueba (simios), y finalmente, debido a un atentado, en el propio científico que la desarrolló.

10344347_793371090683565_8174576928371882540_oEs aquí donde esta historia comienza a parecerse más a GITS, pues el individuo, al verse librado de la barrera física, puede expandir su realidad a todos los sistemas computacionales tan pronto es conectado a Internet. Este mismo tema fue tratado por la película El Jardinero Asesino Inocente, dirigida por Brett Leonard y estrenada en 1992 (aunque a comparación, su desenlace sería el nudo de Trascender).

Una historia como ésta debe contar con extremistas que se opongan a la trascendencia del hombre a la máquina por considerarla una aberración (como en el caso de la novela Contacto, de Carl Sagan), y no faltarán quienes siendo en principio aliados de Will Caster (Johnny Depp), se les unan e intenten regresar todo a “la normalidad”, ya sea por el temor que les provoca el enterarse de que la trascendencia espiritual no existe y el pavor de enfrentarse a un evento cataclísmico que suponga la extinción de la especie humana a manos de su propia creación (como en el mito del gólem).

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Técnicamente —en efectos especiales, caracterización, selección de locaciones y escenarios— me ha gustado. Creo no estar equivocado al pensar que el guionista tiene influencias de películas como The Matrix, El Día que la Tierra se Detuvo y Metropolis. Hubieron escenarios que me parecieron formidables, evidentemente diseñados por computadora, como los laboratorios subterráneos.

Empero —y aquí viene lo duro de mi crítica— la actuación de Johnny Depp y Rebecca Hall, el primer actor y la primer actriz estuvieron muy lejos de hacerme empatizar. Es cierto que hay pequeños resquicios del talento de estas estrellas, destellos minúsculos, en algunas escenas muy puntuales. Por ejemplo, en el debilitamiento de Will luego de haber sido envenenado con polonio, o en la reacción de su esposa (Hall) cuando Max Waters (Paul Bettany) intenta apagar la computadora en la que se encuentra almacenada la mente de su esposo; pero nada más.

Durante el resto de la película, todos los actores parecen tan distantes que uno se pregunta si de verdad tuvieron una relación. Y aunque, la pérdida de las emociones por parte de Will podrían explicarse por la ausencia de necesidades físicas, así como por el autismo propio de un investigador que de pronto se sabe todopoderoso, ello no corresponde a las emociones demostradas por su pareja en la mayor parte de las escenas. Y quisiera ser menos recio con Morgan Freeman, pero debo decir que éste no ha sido uno de sus papeles destacados; lamentablemente, estuvo muy por debajo de lo que nos tiene acostumbrados y muy impersonal en ocasiones.
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Trascender pasa de tener un enfoque casi filosófico e interesante, a convertirse en una peli de acción a mal cuajar, con escenas rosas inverosímiles. No hay pasión en los personajes. El guión, por otra parte, se quedó corto. No trasciende. Inicia bien, pero no va más allá; y cuando uno esperaría ver el nacimiento de un dios, observamos a un apático todólogo que no es capaz de mostrar su carácter porque va siendo que se le quedó en el cuerpo al momento de morir. Y para colmo, el guionista recurrió al error de muchos otros: confundir un virus de computadora con un virus real. ¿Desde cuándo se puede inyectar código fuente por vía intravenosa?

Valdría la pena verla en cine sólo por los efectos especiales. Yo te aconsejo que mejor esperes a que la pasen por TV, posiblemente por el canal SciFi, sólo allí quedaría perfecta. Le doy un 6.