Rompiendo Límites (o como fue llamada originalmente en España, Combustión) es una película que gira en torno a dos temas principales: la asociación delictuosa y las carreras ilegales. El primer apartado se nos presenta apenas inicia la película, una chica muy guapa, que conoceremos posteriormente por el nombre de Ari (Adriana Ugarte), ejerce su papel de seductora para enganchar a hombres ricos y abrirles las puertas a sus compinches, haciendo el papel de falsa víctima y ejerciendo presión para tener éxito en los golpes. Las carreras ilegales van unidas a las actividades de este grupo, pues su novio Navas (Alberto Ammann) es un corredor presumiblemente competente, que da los golpes como un método para obtener los recursos necesarios para retar a otros corredores.

Todo da un giro cuando Ari conoce a su próxima víctima, Mikel (Álex González), quien está a punto de casarse con Julia (María Castro), la dueña de una importante joyería que ha heredado de sus padres. Ari, afectada por el diferente trato de que ha sido objeto, comienza a interesarse por Mikel, y viceversa. Pronto este último se dará cuenta que Ari tiene una relación y que participa activamente en las carreras ilegales de coches.

Podríamos decir que la historia es un tanto simplona y muy fácil de predecir. En el apartado visual lo único que podríamos destacar serían los autos, de no ser porque todas las tomas relacionadas con las carreras se sienten en extremo mesuradas. Los cambios de cámara nos dejan ver que los conductores no pasan de los límites de velocidad que podríamos considerar seguros (80 a 120 km/h). Un típico arrancón nos permite observar claramente si se está corriendo o no, y creo que ese es el mayor error técnico que adolece esta película, que presume pertenecer a este género. Existen técnicas filmográficas que permiten generar la sensación de velocidad, como por ejemplo los barridos, pero en mi opinión esto no se logró.

Por otra parte, la actuación no es destacable. Adriana Ugarte hace un papel relativamente sencillo: la chica que debe embaucar al galán millonario, pero hay escenas donde francamente nos deja mucho a deber, sobre todo cuando se enfrenta a situaciones que ponen en peligro al personaje que interpreta. Hace un desnudo completo que nos deja ver toda su belleza, y en esa escena en específico, se siente que estuvieron a punto de caer en el soft-porn. Tal vez lo único que lo evitó fue que se prolongara más y que las escenas fueron un poco más cerradas y sugeridas.

De todo el elenco masculino, es Álex González quien mejor llena su papel sin llegar a ser magistral. Simplemente lo hace bien, y ya está. Sin duda, destaca de entre sus demás compañeros al interpretar a un chico inseguro que, pareciendo tener el resto de su vida arreglada al lado de su prometida, decide volver a una segunda adolescencia (algo más propio de los personajes que superan los 40 años de edad). En cuanto a María Castro, su interpretación ha sido mucho más destacada que la de la actriz principal. Claramente vemos en su rostro a una mujer que ha sido traicionada por su pareja y el sufrimiento que le provoca la decepción, mucho más que el propio acto del que es víctima; sin duda, quien se lleva las palmas de toda la película.

La pregunta que uno esperaría resolverle al lector sería si vale la pena verla en cine. Personalmente siento que no es así, porque al finalizar el filme se siente el vacío de algo que se esperaba y que no se recibió. Como película de carreras, es bastante mala. Como melodrama, cae en lo cliché. Quien no conozca los géneros, puede que lo disfrute, pero honestamente después de ver sagas como Rápido y Furioso, a uno no le pueden vender la sensación de velocidad de una forma tan lenta. Si fuera tú, esperaría a que pasara en TV cerrada. Es una película palomera. Le doy un seis.