Cédric Klapisch nos entrega en Mi vida es un rompecabezas su fantástica visión de un mundo complejo en el que vemos esquemas que se alejan de la clásica estructura familiar. Sin caer en el dramatismo, sino más bien proponiendo un ejercicio de corte cómico en donde se nota la clara influencia «allenista», nos muestra lo que un padre puede hacer para recuperar el contacto con sus hijos después de que su expareja decide mudarse de París a Nueva York para trabajar en Wall Street y vivir al lado de su nuevo amor.

Xavier Rousseau (Romain Duris) es un escritor que ha dedicado demasiado tiempo a la escritura, al grado en que comienza a desentenderse de su pareja Wendy (Kelly Reilly), con quien tiene dos hijos. Además, Isabelle (Cécile De France), una amiga lesbiana, le pide que se convierta en donador de esperma, pues desea embarazarse. No parece haber mucho problema cuando consulta a su pareja, así que se convierte en donador.

Sin embargo, las cosas comienzan a deteriorarse cuando Wendy le confiesa que se ha enamorado de otra persona, hasta llegado el punto en que decide llevarse a los niños cuando se muda a la ciudad de Nueva York. Xavier no puede quedarse con los brazos cruzados, y después de hablarlo con su mejor amiga, Martine (Audrey Tautou), decide seguir a su expareja para estar cerca de sus hijos. Tendrá que adaptarse a la vida en otra ciudad, buscar la forma de quedarse por más tiempo del permitido por el departamento de migración y llegar a un buen acuerdo para seguir viendo a sus hijos periódicamente.

Desde un principio se nos muestra a un protagonista un poco indeciso, pues lo que ha ocurrido en su vida no ha sido cuestión de decisión o de planeación. La película nos deja claro que Xavier no se ha guiado nunca por esas búsquedas, sino que simplemente permite que las cosas pasen, causando que desde su percepción su vida sea vista como un rompecabezas chino. Sin embargo, esta nueva condición en su vida lo obliga a arriesgarse, a tomar decisiones que en otra situación nunca habrían pasado por su mente. Y es aquí cuando el personaje comienza a tornarse interesante, pues está decidido a permanecer cerca de sus hijos y no dejar que las cosas sigan ocurriendo. Wendy actúa como el factor de tensión, aquello que saca a Xavier de su zona de confort, y para que el protagonista vuelva a encontrarse nuevamente en una posición cómoda, tendrá que pasar por todo aquello que un día evitó: casarse, trabajar en una actividad distinta a su profesión y, a fin de cuentas, arriesgar más el corazón.

Cabe mencionar que todas las interpretaciones han sido formidables. Si bien Romain Duris nos regala a un personaje que intenta recuperar lo perdido, Cécile De France nos da una jocosa visión hacia la vida de una lesbiana promiscua, y la fenomenal actriz Audrey Tautou nos muestra a una madre soltera que se encuentra visiblemente enamorada de su amigo de toda la vida. Estos ingredientes, si bien no modifican la forma de actuar del protagonista, lo meten en camisa de once varas y divierten a la audiencia. Sin duda, ha sido una de las mejores ofertas de cine francés que se proyectaron a finales del año 2014. Vale la pena verla.