¿Hasta dónde puede llegar un empleado por evitar que la empresa en la que ha trabajado toda su vida se deshaga en un abrir y cerrar de ojos? Es una pregunta que suele darse mucho en todo el mundo, donde la fuerte competencia siempre pone en peligro el trabajo que parecía seguro unos años antes.

Bajo la dirección de Joaquín del Paso, tenemos la película Maquinaria Panamericana, la cual fue lanzada a los festivales el año pasado incluso pasando por el Festival Internacional de Cine en Guadalajara y que es distribuida a través de Mantarraya Films.

La cinta cuenta con las actuaciones de Javier Zaragoza (Miss Bala), Ramiro Orozco, Irene Ramírez, Edmundo Mosquera y Delfino López entre una gran cantidad de actores que debutan en esta película.

Maquinaria Panamericana, una compañía que se dedica a vender maquinaria para construcción, sufrirá algo terrible: el dueño de la empresa aparece muerto en su oficina y, peor aún, su muerte implica que los empleados se han quedado sin trabajo pues no tienen con qué pagar los salarios. Pronto, lo que parecía ser un viernes tranquilo se convierte en un acto de rebelión de los empleados para perder su trabajo, pero no todos están de acuerdo con la idea de tomar el lugar a la fuerza.

 

Un día común en la empresa

Cuando arranca la película tenemos un sonido estridente pero solemne, el de un tubo golpeando el suelo, el cual parece como esos campanazos que oímos en un templo o en la escuela a la hora de la escolta, sonidos que van marcando el tono fúnebre de esta comedia negra, donde se explora el temor a la muerte, pero no solo la muerte física de una persona, sino la destrucción del entorno donde construimos nuestra vida.

No es solo el hecho de ver a los empleados, tan folklóricamente diversos en sus actitudes y formas de ser, perder sus trabajos, el hecho de que tienen que enfrentar el perder a sus amigos y compañeros de mucho tiempo, sus costumbres, su modo de vida, de ahí que es sencillo para el más corrupto de los empleados conseguir manipularlos u otros que se encuentran en el ciclo de negación de la muerte a través de sus actitudes.

La ejecución muestra diferentes actitudes de este ensamble de empleados, cuyas actitudes cambian a lo largo del día, del modo festivo que un viernes común deja en ellos (con todo y el hecho de que no se ve que ellos hagan algo por evitar lo inevitable), pasando por el luto y la frustración inmediata, la anarquía total y el intento por buscar una redención que no merecen.

 

La escenografía nos hace pensar en una empresa en decadencia y aferrada a su pasado.

Es una cinta que nos hará reír por momentos, de ver esas actitudes «godinez» típicas de una telenovela cómica de oficinistas, como el pastel de cumpleaños en el que cooperan todos, la pizza que vuela nomás llega a la mesa o la llamada que se va de extensión en extensión sin tener un destino final.

Pero también nos hará sentirnos desolados, con la ansiedad de pensar que eso podría pasarnos a nosotros en México en cualquier empresa, por cualquier razón. De considerar la posibilidad de perder no solo nuestro trabajo y sustento, sino nuestro modo de vida.

Es cierto, Del Paso logra colgar esa reflexión, aunque le cuesta trabajo saber concluir su historia, que, al más puro estilo independiente, nos deja un final muy abierto, en el que nos damos cuenta que faltaron etapas por superar en ese ciclo de perdida y deja al espectador con una sensación de insatisfacción. En la ejecución la película peca un poco de lenta y me parece que hasta un montaje que cuenta de los años de gloria de la compañía si queda como algo innecesario al ponerla en conjunto con el resto de las escenas.

 

Nadie entra, nadie sale, pero la gente tiene que comer…

En cuanto a los personajes, resalta mucho la actuación de Javier Zaragoza, en el personaje de un contador corrupto, quien finalmente logra controlar a sus compañeros desesperados en el afán de evitar que algo más turbio se descubra en la empresa, pero que desconoce que no es el único que lo sabe, donde pronto se forman bandos en el que una empleada tiene un secreto muy terrible del patrón escondido en la caseta de vigilancia o los tres empleados del área de ventas solo eran un grupo de matones que se la pasan vagando y fumando en la oficina.

Ningún actor, salvo Zaragoza, intenta destacar más que otros en el ensamble y hubiera sido interesante que algunos personajes clave hubieran pesado más en la forma de resolver la película en cuestión. Cabe mencionar, como dato curioso, que varios de los actores de este ensamble eran ex-empleados de la fábrica que se usó como locación y que se demolió días después de la filmación de la película.

La banda sonora no tendrá una canción destacada, pero sabe usar las melodías para manipular los momentos de la historia como la canción de elevador que el contador usa para llamar la atención de sus compañeros en el altavoz, el solo de guitarra que nos ayuda a explorar el pasado del patrón o la ingeniosa cumbia que oyen los empleados en una borrachera donde algunos de ellos incluso la mejoran golpeando las herramientas del taller.

 

Ahora, a buscar ese documento… pues, ¡el que sea!

De la escenografía, una fábrica cerca del Aeropuerto de la Ciudad de México, podemos notar que las oficinas tienen ese detalle de una compañía caída a menos, con computadoras viejas (incluso conectándose vía telefónica a la internet) y retroproyectores (si, retroproyectores), altares con luces de colores de la Virgen o incluso una torre de barriles que marcan un momento dramático en la historia, todo esto retratado con una fotografía muy eficaz que permite disfrutar de ese retrato decadente e industrial del lugar.

En conclusión, Maquinaria Panamericana es un retrato sarcástico de la situación de muchas empresas mexicanas que se quedaron en el conformismo y la incapacidad de poder crecer ante la competencia global, de empresas que agonizan lentamente ante la falta de oportunidades que sus propios vicios causan. No es una gran opción debido a su lentitud, pero si los dejará reflexionando bastante sobre su trabajo actual.

 

[marstheme_review post_id=»139148″]