Amor Eterno es la segunda adaptación de la novela de Scott Spencer, dirigida por Shana Fester, cuenta con las actuaciones de Alex Pettyfer (Soy Número Cuatro), Gabriella Wilde (la chica que desató la furia de Carrie el año pasado), Bruce Greenwood (Star Trek) y Robert Patrick (que en su juventud fue el famoso T-1000 en Terminator 2).
La cinta nos cuenta el primer amor de dos chicos; Jade, una chica que ha vivido recluida en su casa tras la muerte de su hermano y David, un joven cuyo futuro parece estar en el taller de su padre. David y Jade comienzan a tener un romance y éste pronto comienza a tener conflicto con el mundo en el que viven, el futuro prometedor que tiene Jade siguiendo los pasos de su padre y la relajada y arriesgada vida que tiene David con sus amigos. Además, un secreto del pasado pondrá la relación en peligro.
En medio de superhéroes, guacamayas azules en Brasil, figuras bíblicas y griegos sedientos de sangre, añorabas por una cinta romántica, Amor Eterno es la cinta indicada, sobre todo para las generaciones actuales. Una cinta que, a diferencia de la cinta de 1981, fue protagonizada por Brooke Shields y cuyo punto más memorable fue la canción que grabaron Lionel Ritchie y Diana Ross para la cinta, la historia toma un rumbo distinto a la novela de Scott Spencer, tratando de mostrar los puntos positivos de una relación que huele ser prohibida y escandalosa, eliminando eventos tipo «te lo dije» del libro original.
Si nos vamos al nivel de escándalo, al aspecto social o al hecho de abandonar algo que parece bien trazado, pero que se podría tirar por eso que llaman «amor» y no tanto por las escenas subidas de tono (que escasean y la hacen aceptable para que la vean los adolescentes, contrario a la versión de 1981). La historia toma esos idealismos que muestra el amor, de la capacidad de luchar por él y de superar los obstáculos. Si, los enfermos de diabetes no tolerarán tanto dulce.
El soundtrack es aceptable, aunque hubiera deseado oír un remake de la canción de Lionel Ritchie e incluso la canción que se oye en el tráiler (un cóver bien logrado de Addicted to Love de Robert Palmer). No esperen buenas actuaciones, aunque Robert Patrick y Bruce Greenwood lucen mucho, especialmente este último que toma un cambio villanesco, típico del padre obsesionado por no ver a su hija perder el rumbo.
Una cinta con un sabor a videoclip de música pop y que merece ser vista por las parejas que gustan del cine o para acompañarla con un galón de helado (como buen chick-flick) un solitario viernes por la noche. Aquellos que tienen los pies un poquito más en la tierra o que ya sienten empalagarse con esta cinta. la pueden dejar pasar, aunque con la oferta cinematográfica que hay en estos días, no pinta como mala alternativa.
Calificación: 7
