Y cuando ellos te hayan decepcionado, levántate del piso, porque la mañana ha comenzado y es otro día de sol.

La comedia musical es uno de esos géneros en el teatro y el cine que uno puede amar u odiar, y no es raro que eso ocurra, simplemente hay que preguntarle a la gente si les gustan ciertas películas de Disney y notarán pronto que si hay algo que les desagrada es que algunas escenas clave se desarrollen con alguna canción, a veces melosa, a veces bien elaborada, mientras otros se dan cuenta del poder de la narrativa que una canción puede tener dentro de una película.

Antes de empezar con la reseña debo advertirles que antes no apreciaba tanto los musicales hasta que se atravesó una cinta llamada Moulin Rouge!, la cual me hizo ver los musicales de otra manera. De pronto ya no estaba aburrido mientras veía como transcurría una canción que no podría entender por cuestiones del doblaje, sino que estaba literalmente cantando con ellos el diálogo, fue entonces cuando entendí como el musical funcionaba y me terminé convirtiendo en un admirador del género. Y les diré una cosa, si al final de esta reseña no están convencidos de lo que acabo de escribir, antes de ver La La Land, vean Moulin Rouge!, que es el musical con el que todo mundo debería empezar a incursionar en el género… y luego hablamos.

Ryan Gosling y Emma Stone protagonizan esta comedia musical.

La La Land es la segunda producción de Damien Chazelle, el director que nos dejó impresionados con Whiplash: Música y Pasión, el cual no solo lució por la impresionante actuación de J.K. Simmons sino por la manera en que la música y la cinta empataban a la perfección, lo cual no hizo dudar a los productores de La La Land de dejar que Chazelle escribiera y dirigiera esta historia protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling.

La cinta nos cuenta la relación que tiene una pareja: Mia, una joven barista que sueña con lograr algún día superar una audición y convertirse en actriz de cine, y Sebastian, un pianista que sueña con abrir su club de jazz y rescatar este género musical.

La forma en que Chazelle nos cuenta la historia es en cinco episodios, cada uno relatando una estación del año donde observamos cómo evoluciona esta historia de amor, pero no sólo del amor apasionado de la pareja, la cual retrata de manera perfecta e inocente Chazelle a lo largo de las escenas, sino también del apego y cariño que sienten por los sueños que ambos quieren realizar, al grado que ese deseo por cumplir los sueños se torna contagioso, incluso para el espectador.

Aunque la fotografía y los efectos visuales no parecen tan novedosos, funcionan de manera excelente con la ejecución de la trama.

En medio del romance de Mia y Sebastian, vemos un viaje al corazón del mismo director, alguien que ama tanto la música como al cine, haciendo notar elementos autobiográficos en este musical, aunque tuvo que cambiar el rumbo de Sebastian pues Chazelle, amante de la batería, ya nos había compartido la tensión de ser baterista de jazz en Whiplash, pero decidió ir hacia otro instrumento sensible en las bandas de jazz que es el piano, un instrumento que requiere realmente un dominio virtuoso para destacar dentro de una banda de jazz.

La historia de Sebastian es una que aterriza muchas veces en la realidad, el amor a un género musical, el idealismo que genera, pero también la constante presión que la industria pone sobre aquellos que no quieren unirse al status quo y las consecuencias que implica dejarse llevar por el mainstream, además de ese temor al fracaso y a la frustración que ha vivido. Ahí tenemos esa historia de triunfos y sueños rotos que de pronto se entrelaza con una historia más idealista que encontramos en Mía, que parece ir solamente por una dirección pero que en Sebastian encuentra la manera de tomar otros caminos.

Claro, al ser un musical tenemos varios números musicales, algunos incluyendo excelentes coreografías como ocurre con Another Day of Sun o Someone in the Crowd y otras que se tornan en cierto modo incidentales, como Start a Fire, City of Stars o Audition, que realmente ayudan a darle peso y credibilidad a los diferentes estados de ánimo que el director trata de mostrarnos en cada escena.

Ryan Gosling tuvo que aprender a tocar el piano y a bailar tap para esta cinta.

La historia dura más de dos horas y es increíble la sensación de que puede transcurrir en momentos un poco rápida, seguramente llevada por el ritmo de la música, y de pronto toma una sensación de que intenta meternos a disfrutar de cada segundo, pero una cosa les garantizo, no se aburrirán.

A mí me quedó algo muy claro al final de esta película, si un director logra meter en su corazón lo que realmente sintió al crear la cinta y logras verlo reflejado en la audiencia cuando encienden las luces, entonces has visto su obra maestra. De ese modo Chazelle, sin recurrir a la violencia o a la tragedia, manteniendo el tono festivo de un musical, es capaz de manipular nuestros sentimientos y hacer que abandonemos la sala con lágrimas en los ojos.

De las actuaciones, Ryan Gosling tiene un trabajo muy bueno y de pronto nos hace notar su capacidad para el baile, donde tuvo que aprender a tocar el piano y que queda claro que lo hace bien cuando las tomas hacen notar que si está tocando en efecto (puede ser que en algunas tomas haya tenido algún doble, pues las ejecuciones son impresionantes) y en algunas escenas demuestra esos cambios de genio que debe tener alguien en una situación tensa.

Y muestra de ello es la química que tiene con Emma Stone, que da la actuación de su vida, no solo es el hecho de que cante y baile bastante bien, sino que sabe aprovechar esa gran ventaja que tiene respecto a otras actrices, unos ojos enormes y hermosos que funcionan para incrementar más el poder de sus expresiones faciales, algo que nos permite notar la firmeza de los personajes que intenta mostrar en sus audiciones, Emma se sacude las actuaciones en películas comerciales para demostrar que en ella hay una actriz con mucho potencial para proyectos más elaborados.

Aunque no hay mucho que presumir del elenco secundario, son excelentes comparsas para la ejecución del filme.

No esperen mucho del resto del elenco donde tenemos a J.K. Simmons y a Rosemarie de Witt en papeles realmente cortos o a un John Legend con un personaje que influye en la trama pero que no tiene que demostrar muchas dotes para aumentar el nivel de esta película.

Mención aparte merece la banda sonora de la película y esta es de las pocas ocasiones que, desde que salió el primer sencillo «City of Stars», que tuve la curiosidad de revisar todas las canciones, algo que sería justo hacer con el resto de las películas que queden nominadas a Mejor Banda Sonora. Pero una comedia musical basa muchas veces la trama en las canciones y si bien mantiene un equilibrio importante entre las escenas no musicales y los números musicales está claro que cada escena donde hay una canción realmente pesa mucho en la trama.

Y es entonces cuando nos damos cuenta que el trabajo que hace Justin Hurwitz en la banda sonora es hermosa, de notar el verdadero esfuerzo de jugar con las notas del tema de Mia y Sebastian en los momentos clave de la historia, en sentir la emoción de querer unirnos a la coreografía de Another Day of Sun o de Someone in the Crowd o como las lágrimas invaden tus ojos cuando oyes a Emma Stone cantar Audition, aún sin haber visto la escena que probablemente ya le dio un Óscar. Incluso podemos darnos el lujo de tener una canción de John Legend que incluso pudo funcionar para contender por el Óscar.

Aunque yo sigo diciendo que City of Stars, la canción que irá por los Óscares, no tiene el peso suficiente para competir (Another Day of Sun o Audition podrían ganar el Óscar sin ningún problema), realmente es la punta de lanza que debió traspasar nuestra poca incredulidad en la banda sonora, cuando te adentras más tienes un disco que debe estar ya en tu playlist si amas el jazz, la comedia musical, o simplemente amas las bandas sonoras memorables.

Cuando una banda sonora es así de buena, ya solo esperas ver la película y esperar que puedas cantar alegremente con el resto del elenco.

Oiga, ¡todavía no era su turno!

La fotografía y los efectos visuales no son tan novedosos, pero saben coquetear muy bien con nuestros ojos y alimentan de manera excelente lo que hace la trama. No obstante, sabe aprovechar muy bien los momentos donde están en el observatorio para regalarnos hermosos paisajes de Los Ángeles. Además, vemos un trabajo formidable con la dirección de arte, con hermosos carteles de cine por doquier y que de pronto saca lo mejor de sí en una de las escenas de la película que se convierte en todo un homenaje a toda comedia musical de cualquier época.

La La Land no es solo un día brillante de sol en el mundo del cine, es un enorme faro que ilumina encima de un mediocre 2016 cinematográfico y que nos muestra con esperanzas como todavía algunos directores pueden hacer sus sueños realidad y nos permite, de paso, soñar con ellos.

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