Y volviendo a la carga con las películas cheesy, en esta ocasión elegí reseñar El Payaso del Mal, una cinta de Jon Watts, un director y escritor que en su haber profesional no ha mostrado nada realmente destacable. Dedicado al mundo de la televisión, sólo ha entrado al mundo de los filmes de cartelera en tres ocasiones. Esta fue su segunda película, que nos vienen a entregar con prácticamente seis meses de retraso, y de alguna forma se entiende la razón del mismo, pues la cinta no fue estrenada más que en un puñado de países, y esto excluye a EEUU. Pero ¿tan mala es o sólo la juzgan duramente? Acompáñame si deseas descubrirlo.
Ante la cancelación del show que daría un payaso en la fiesta de su hijo, a un padre de familia no le queda otra salida que buscar una posible solución para que no se frustren los sueños del niño. Afortunadamente, da con lo que parece ser un traje de payaso muy bien elaborado en la casa que se encuentra remodelando. Sin más, decide que es una buena idea disfrazarse y darles una sorpresa. Su pequeño tiene la mejor fiesta que haya tenido en su vida y el hombre acaba tan exhausto que se queda dormido en el sofá. Sin embargo, al día siguiente se da cuenta que no puede quitarse el traje, que de alguna forma se ha adherido a su cuerpo, y con el tiempo, se percata de cambios en su metabolismo y su comportamiento. Así pues, el hombre tratará de encontrar una solución a su dilema, antes de eso termine por apoderarse de su voluntad y haga daño a los seres que ama.
Hasta acá, el argumento nos parece plausible. El problema es que son tantas las películas de payasos asesinos y de monstruos y demonios que adquieren ese aspecto, que es imposible no sacar algunas similitudes. Podría hablar, por ejemplo, de Eso, una cinta de TV basada en el libro de Stephen King, donde un monstruo con aspecto de payaso parece estar ligado a las desapariciones de niños que se dan periódicamente en un pueblo. En este caso, Frownie El Payaso tiene un origen menos orgánico, pero se asemeja bastante el hecho de que sus víctimas preferidas sean niños y que su etapa de predación sea periódica. Y su aspecto, aunque no es identico, es tan cercano que nos deja con dudas sobre la originalidad del guión.
Por si fuera poco, las actuaciones fuera de los personajes principales, son verdaderamente planas. No nos muestran el terror que se debería manifestar a los ojos de los niños, quienes parecen no comprender que hay algo fuera de lo normal en el personaje. Si bien es cierto que esta sería una forma ventajosa de predación, no vemos un cambio real entre un estado y otro. Y hay escenas en donde, sin querer, sueltas la risa porque son completamente inverosímiles.
Eli Roth hace un trabajo relativamente mediocre. No sé si es porque no supo cómo sacarle jugo a un ser tan extraño o porque le pareció que lo tenía facilito. El caso es que, desde el momento en que el personaje se da cuenta que no puede quitarse al payaso de encima, no nos vende una transformación paulatina sino un cuadro clínico de desnutrición severa. No vemos hambre en su mirada, ni la desesperación por apagarla. Simplemente, no se lo compramos. Christian Distefano, sin embargo, hace bien el papel del hijo, sin llegar a ser brillante. Y Laura Allen, que interpreta a la esposa, sólo adquiere presencia al final del filme. El único papel que me pareció salvable fue Karlsson (Peter Stormare), el hombre que intenta ayudarlo. Más allá de eso, me parece que los sustos que pueden verse en esta película son de los más baratos que he visto en el cine de terror.
Concluyendo, estamos ante una película cutre, de esas que sólo nos entretienen cuando las vemos gratuitamente por la TV, y aún así, sentimos que hemos perdido 100 minutos de nuestro valioso tiempo. Así que, dejo a tu libre albedrío si deseas o no ir al cine a pagar la entrada. Yo no te la recomiendo, pues hay mejores opciones en cartelera.
