El cine de terror ha pasado por muy malas rachas, sobre todo en los últimos años, en los que sólo un puñado de obras han logrado sobresalir por sus novedosas narrativas o repartos que lucen por sus prometedoras estrellas, que ya han ido sembrando unas cuantas semillas para aquello que parece un futuro promisorio. Cierto, no estamos en aquellos años 80 – 90, en que algunas obras se convirtieron en verdaderos pináculos de las pesadillas más horripilantes y, como diría Sade, paradigmáticamente placenteras. El horror es un platillo exótico que sólo algunos pueden saborear y, unos cuantos más, digerir. Y agregaría, además, que sólo unos cuantos profetas logran plasmar en pantalla con todo su esplendor.

Así es, son pocos los que lo logran y muchos los que lo intentan, y este es el caso de No Toques Dos Veces, una cinta protagonizada por las actrices Katee Sackhoff y Lucy Boynton, esta última, víctima de los sucesos paranormales que intentan narrar Mark Huckerby y Nick Ostler en un guión, que a mi parecer, me ha dejado mucho que desear. El director, Caradog W. James, ha tenido que lidiar con ello y tratar de entregar algo medianamente tragable, pero que -a decir verdad- se ha unido a todo ese montón de cintas que no logran dar miedo, más allá del sobresalto palomero del que ya estamos tan hartos los amantes del género.

Dicen la curiosidad mató al gato. Yo digo que, más bien, un mal guión mató un buen reparto.

No Toques Dos Veces nos habla de una chica, Chloe (Boynton) que es perseguida por un ente malévolo que desea llevarla al infierno, al cual identifica con el nombre de Baba Yaga. Su único refugio se encuentra al lado de su elusiva madre, Jess (Sackhoff), una mujer que por problemas de adicción decidió abandonarla en su niñez. El descrédito de la madre y el padrastro perece tenerla con un pie fuera de casa, pero el horror al que se ve sometida diariamente, la obliga a permanecer a su lado y rogar por su comprensión y ayuda. ¿Jess será lo suficientemente madura y capaz para aceptar su rol de madre después de tanto tiempo? y ¿qué hay de cierto en el mito de la mujer que habitaba aquella desolada casa?

El tema de la cinta no innova, precisamente, y tampoco le es exigible que lo haga, pero lo que no se maneja adecuadamente es la naturaleza del vínculo entre madre e hija y la vaguedad con la que abordan a cada uno de los personajes. Primero que nada debemos hablar de la madre, una artista que cae en la adicción y que, después de un tiempo de rehabilitación, encuentra a la persona ideal -un hombre adinerado, banquero- que además le permite reformar su vida, y a raíz de lo cual se decide a buscar a su hija adolescente. Este argumento, ya de por sí forzado, está mucho más allá de lo que se espera en una historia de terror, en donde el trasfondo de los personajes no importa a menos de que esté relacionado con la temática principal. Esto no ocurre en el caso de la hija, cuya falta de fortuna le atrae al caso de la mujer que parece ser el origen del mal, y que es bien manejado, hasta el momento en que se presenta Jess, un personaje difícil de creer y que se transforma en la protagonista en la segunda parte del filme.

El abuso de la entidad femenina oscura es uno de esos clichés que debe dejar ir el cine de terror actual, a riesgo de caer constantemente en el descrédito. No, señores, nadie puede superar a Kayako y a Sadako. Ni su fusión ni nada parecido.

Es así que tenemos a un personaje flaco que resulta ser importante sólo por el hecho de ser la madre de la víctima, que era la protagonista y termina convirtiéndose en un personaje secundario y sin fuerza, que huye de su realidad y, por tanto, se traiciona a sí misma. En el caso de la madre, un personaje que aparentaba ser débil, se transforma en una mujer fuerte y decidida cuando se percata que está a punto de perder nuevamente a su hija, y su crecimiento no es lo natural que uno esperaría, sino que se da a raíz de que presencia algo extraño en casa.

No quiero decir con ello que las actuaciones fueron malas, pero la verdad es que mucho no se podría haber hecho con un guión tan mal elaborado. Pienso que al director le ofrecieron esta oportunidad e hizo lo mejor que pudo con ella. Reunió a un grupo competente de actores, pero la historia no se prestó para ser lo aterradora que uno hubiera deseado, sobre todo considerando que el mito de Baba Yaga tiene mucha tela de donde cortar. Y como en otras cintas de horror que no llegan a cuajar del todo, hay pequeños momentos de luz, que lamentablemente engañan al auditorio, con uno de los desenlaces más sosos -por no decir apresurado y ridículo- que he visto en los últimos años.

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