Continuamos con nuestro recorrido por las cintas de Stanley Kubrick que se están exhibiendo en la Cadena Cinépolis y llegamos a uno de los mejores momentos del ciclo.

Y esto es porque del 24 al 27 de agosto tendremos el estreno de Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971), la cual está basada en la novela de Anthony Burgess y cuenta con las actuaciones de Malcolm McDowell (Calígula, Heroes), Patrick McGee (Barry Lyndon), Warren Clarke (Down to Earth) y David Prowse (Star Wars: Una Nueva Esperanza) entre otros actores.

Alex DeLarge es un joven que está viviendo su vida a la plenitud en un futuro distópico, donde el inglés se ha fusionado con el ruso generando un dialecto muy extraño con el que lo escucharemos durante toda la cinta. Su vida es básicamente tomar leche con droga, escuchar a Beethoven, salir a golpear gente con sus droogies, George, Dim y Pete y tener sesiones de sexo espontáneo.

 

Alex y sus druggies están listos para otra noche de ultraviolencia

Un día, un robo sale mal y Alex asesina a una mujer, lo que provoca que lo encarcelen y para poder obtener su libertad es sometido a un experimento llamado Ludovico que reprime toda la violencia de su interior, lo que lo hace pasar de ser el agresor al agredido y pasar por un camino de agonía.

Para mí, Naranja Mecánica es todo lo que puede resumir la carrera de Stanley Kubrick: un guion con mucha polémica, excelente fotografía, una banda sonora memorable y mucho, pero mucho de dónde agarrar para discutir durante horas y horas sobre esta película.

Para empezar tenemos la novela de Burgess, que si bien no es adaptada a la perfección, esto porque Kubrick se basó en la versión americana del libro que omite el último episodio, logra darnos un retrato casi perfecto de una sociedad que parece rendida a la revolución sexual y juvenil de los sesenta, a un gobierno que encuentra en la violencia una buena razón para atraer o espantar al votante en medio de las medidas que toma para combatirla o remediarla.

 

El cuarto de Alex, tan peligroso como apacible…

Pero la parte que más espantó al público, que le hizo merecer una clasificación X en su época (R para las épocas actuales, lo que sería C en México), era la forma tan descarada con la que Kubrick arranca su cinta, esa vida sumida en drogas y violencia en la que Alex vive, retratada rápidamente en ese close-up tan poderoso que le realizan a Malcolm McDowell, con esa mirada de completa oscuridad mientras da sorbos a su vaso de leche y comienza a narrar sus actos. La toma se aleja y nos damos cuenta del entorno del bar, con estatuas de chicas desnudas en posiciones provocadoras mientras se oye el sintetizador de Wendy Carlos.

Y de ahí comenzamos con  ese camino, donde vemos desnudos completos, actos sexuales (incluso violaciones), peleas y objetos que harían que muchos conservadores se horrorizaran y censuraran la cinta, en una sucesión casi perfecta de escenas, donde la música clásica se combina perfectamente con el sintetizador (e incluso hasta con el inocente tema de Cantando Bajo la Lluvia) y termina mostrándonos como Alex se hunde en medio de esa espiral de violencia para terminar en la cárcel.

Cuando pensamos que ahí todo termina, apenas estamos terminando el primer acto, las escenas de la cárcel son menos intensas, pero no menos trascendentes (e incluso no menos ofensivas por momentos), para llegar a los momentos clave, como el sádico tratamiento Ludovico y la forma en que se retratan los efectos de dicho tratamiento, los cuales sin duda aún causarán más desagrado y desesperación en el cinéfilo que harán que terminemos empatizando con nuestro antihéroe.

 

Culminando con una de las coreografías más violentas que haya tenido Cantando Bajo la Lluvia

Vemos como esta cinta de pronto fue sumamente criticada y censurada, pues parecía una invitación completa a la violencia, una cinta que la exploraba y la explotaba por ambos lados, mientras la banda sonora y la fotografía de John Alcott, que sabía aprovechar el uso de las luces para darnos una sensación de desesperanza en el casino donde pelean con la pandilla rival o de alucinación en el comedor donde Alex es entrevistado por los activistas de oposición, o esos acercamientos con la cámara, como la secuencia inicial o esas tomas a la cara de Alex cuando recibe el tratamiento o la cara de ira de los mendigos que se desquitan con él.

Y de ahí tenemos también la edición del filme que nos permite igualmente observar una pelea memorable a cámara lenta o una escena de sexo a alta velocidad o las humillaciones por las que pasa Alex. También los gestos de furia, de miedo, de desesperación (sin duda Patrick McGee hizo un gesto memorable, con los ojos completamente en blanco mientras grita horrorizado ante tanto dolor) y que nos hace notar que hasta la sinfonía más «pacífica» de Beethoven nos podría llevar a la violencia.

Pero la cinta también resalta en la actuación, donde debemos reconocer que Malcolm McDowell es nuestro guía en todo este tremendo viaje narrado en el dialecto de la cinta, donde podemos ver las constantes vueltas del personaje en medio de su mundo violento, tanto como el que instiga la violencia como el que la sufre, donde sus gesticulaciones son perfectas y literalmente arriesga el físico en todas las escenas, incluso la del infame tratamiento Ludovico donde casi pierde la vista, pero McDowell hizo la cinta de su vida, tal que se consideró un referente como un actor que podía retratar personajes malvados y sádicos, de ahí su protagónico en Calígula, de ahí su antagonista memorable en la serie Heroes.

 

¿La Novena de Beethoven? Sin duda esto le dolería más que toda la violencia que vió en el tratamiento.

McDowell hizo de DeLarge el antihéroe perfecto en muchos años. Con decir que fue tan perfecto que cuando Kubrick terminó de grabar la escena donde golpean al escritor tuvo que llamar desesperado a comprar los derechos del tema de Cantando Bajo la Lluvia, al saber que no tendría que volver a filmar una coreografía tan perfecta de violencia.

Cuántas referencias hemos visto a la cinta, sobre todo en Los Simpsons, donde prácticamente todas las escenas han sido retratadas de alguna u otra manera e incluso tuvo su parodia completa en sus especiales de Halloween. Cuántas referencias a esta cinta ha dado la cultura popular, donde la música de Rossini en la escena acelerada de sexo incluso inspiró una campaña publicitaria de preservativos. Cuanto más censuraron la cinta de Kubrick, más se volvió una curiosidad para varias generaciones que terminaron viéndola, ya fuera a escondidas o en medio de los ciclos de cines de arte.

Si, Naranja Mecánica no es el tipo de cinta que van a pasar en un canal de programación familiar (créanme, cuando Canal Cinco la mostró en televisión terminó muy recortada y con un doblaje horrible), ni tampoco una cinta con la que podrán aprender rápidamente de cine, es una película que deberán ver con mucha calma y con la conciencia de que es un retrato satírico de una sociedad que, sumida en la violencia, intenta combatirla, eliminarla y finalmente, resignada, termina conviviendo con ella.

 

El gesto de dolor y trauma más distintivo en el cine.

Estaba claro que no ganaría sus cuatro Óscares con semejante temática y que la Academia haya preferido premiar la cinta Contacto en Francia (que, por si sola, tenía sus méritos para ganar los premios que obtuvo). Quizá en otra época el resultado hubiera sido inverso, aunque no lleno de polémica.

No obstante, tenemos una de las mejores películas de la carrera de Stanley Kubrick, una que no deben despreciar mis druggies, una cinta que, pese a su tema polémico, es una de las mejores ejecuciones del cine de la década de los setenta.

P.D. No la vean con doblaje al español.

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