En los últimos años, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas ha premiado a la Mejor Cinta Animada cada año y, si bien, parece que Disney se ha quedado con los premios ya sea por su propio estudio o por Pixar, no podemos negar que también la Academia no ha ignorado algunas buenas propuestas que llegan de otros países como Francia, Brasil o Japón.

Y esta vez el país afortunado al tener una nominación al Oscar este año fue Suiza, representada por la cinta Ma Vie de Courgette, la cual tiene el título en español como La Vida de Calabacín, una cinta franco-suiza dirigida por Claude Barras y basada en la novela Autobiografía de un Calabacín escrito por Gilles Paris.

La cinta, que dura tan solo 66 minutos, nos cuenta como un niño llamado Icaro, el cual prefiere que le llamen Calabacín, provoca sin querer la muerte de su madre, lo cual hace que el niño sea llevado a un orfanato. En el proceso, Calabacín consigue el cariño de un policía solitario, hace nuevos amigos y se enamora de una niña llamada Camille, lo cual podría darle un nuevo significado a su vida.

 

Cuando la vida te arroja limones…

Lo primero que notaremos al leer la sinopsis, es que no estamos viendo una historia con la que llevemos a los niños al cine, si son padres de familia, tendrán mucho que platicar con sus hijos, porque la película de pronto toca varios temas que podrían ser complicados de explicar, algunos de manera ligera como la drogadicción y otros de manera más abierta como la muerte, el maltrato familiar, el alcoholismo y el sexo, todo desde la perspectiva de Calabacín y sus amigos.

Esa perspectiva nos hace ver la inocencia de nuestros personajes, la negación de la muerte de un ser querido y la posterior resignación; la forma graciosa de platicar sobre las relaciones sexuales que harán que varios padres rían y se sonrojen a la vez, pero la parte más interesante es poder ver la sensación de abandono que se da en los niños que entran en un orfanato, por mejor intencionadas que sean las personas que trabajan ahí.

Y de ahí es en donde se puede explicar por qué una cinta digna de contender por un Oscar termina siendo distribuida de manera pequeña en nuestro país y sin ser doblada al español, algo que complicará aún más la experiencia del cinéfilo promedio pues la cinta está en francés. Está claro que no es algo que se debe vender a un grupo de niños, sino más bien a una familia completa para que la comprensión del tema sea más sencilla.

 

Calabacín buscará darle significado a su vida conociendo el cariño y el amor de otras personas.

El director Barras había afirmado que la única manera de lograr el nivel de realismo en esta película era precisamente por la animación, dada la dificultad de hacer que un niño actor realmente pudiera representar los sentimientos de Calabacín y los otros personajes considerando las circunstancias traumáticas por las cuales los niños de la historia habían pasado.

El otro aspecto que domina en esta película es el excelente trabajo en la parte de la animación en stop-motion, donde los modelos en plastilina y otros materiales logran una combinación de personajes que logran imprimir los sentimientos que buscan generar los animadores, desde Calabacín con quien pronto empatizamos en su mirada triste pero firme, así como Simon, a quien realmente le pintan esa imagen de bully que el personaje tiene, pero también agregando esos detalles que ayudan a entender la razón por la que intenta dominar el orfanato o incluso la autista Alice, cuyo detalle en el cabello ayuda a entender su cerrazón a los demás.

También la escenografía hace que todas las escenas realmente ayuden a empatizar con cada momento, desde la casa de Calabacín donde la combinación de luces y efectos de sonido nos hacen notar el momento lúgubre con el que arranca la cinta hasta las escenas en los Alpes, donde el fondo nevado y los diferentes accesorios usados nos muestran uno de los momentos más ambivalentes de la película, un momento donde estás riendo a carcajadas y de pronto contienes un nudo en la garganta.

 

Hasta el personaje más secundario, un profesor, unos pajaritos, tienen trascendencia en este filme.

En el apartado sonoro, tenemos que resaltar mucho la primera escena de la película, donde la combinación de la música y la lluvia nos ayudan a caer en un momento de oscuridad y la música permite meternos con los momentos más importantes de la cinta, incluyendo una vistosa escena de baile, donde la música ayuda a resaltar las habilidades de los animadores para darles diferentes pasos de baile a los personajes.

Los actores de voz en esta cinta también logran su cometido y si bien no nos meteremos mucho, dado el problema del idioma, podemos afirmar que logran imprimir los sentimientos que requerían sus acciones.

Está claro que Calabacín, pese a su excelente guion y su gran trabajo de producción, no iba a ganar el Oscar considerando las credenciales de la ganadora de este año (Zootopia) e incluso la competencia que representaba Kubo y la Búsqueda Samurai, además de que una cinta animada para adolescentes y adultos no siempre es garantía de taquilla. De ahí su tardanza y también su limitada distribución.

No obstante, debemos afirmar que es una de las mejores películas animadas que he visto en mucho tiempo y la historia realmente te deja con algunas lagrimitas, no sé si en ese punto sea cierto lo que dice Calabacín, «algunas veces lloramos de felicidad». En todo caso, si tienen cerca esta película no desperdicien la oportunidad de verla, aunque su duración hará que tengan que guardar las palomitas para el regreso a casa.

 

Agradecemos a Icunacury Acosta la invitación a la premier en Guadalajara.

[marstheme_review post_id=»138027″]