Ésta es una de las películas más regularmente adaptadas de las obras de Stephen King, en gran parte porque el guión cinematográfico corrió por su cuenta, siendo apoyado directamente por Mary Lambert, una directora que ya ha tenido una gran carrera dentro de la televisión. Es así que ambos se animaron a hacer una película que fue más allá de la televisión, Pet Sematary, adaptada del bestseller homónimo, conocido en nuestro país como Cementerio de Mascotas y en otras regiones bajo los títulos de Cementerio Viviente y Cementerio de Animales. Pero ¿de qué va este gran clásico del cine del horror? Acompáñame en esta reseña… sólo si te atreves.

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Victor Pascow será el espectro que intentará evitar que ocurra la tragedia, apareciéndose en visiones a Louis Creed (Dale Midkiff)

La familia Creed se muda al campo, muy cerca de una carretera por donde pasa tráfico muy pesado. Allí conocen a Jud Crandall, interpretado por Fred Gwynne (el actor que dio vida al inmortal Herman Munster, de la serie de TV Los Munster). El hombre, más allá de parecer el típico hillbilly de las películas de los 50, es realmente una persona muy simpática y sociable, con algunos aspectos oscuros que no lograremos dilucidar hasta que entremos realmente en materia. Y ello ocurre gracias a la pericia con la que la directora de este largometraje mantiene bien agarrado el hilo conductor: la negación a aceptar la muerte como un proceso natural en el que estamos involucrados todos los seres vivos.

Imposibilitado para explicar a sus hijos el significado real de la muerte, Louis Creed (Dale Midkiff) accede a acompañar a Jud Crandall a un desolado páramo, más allá de un enigmático cementerio de mascotas que les habría mostrado unos días antes. Louis lleva en una bolsa el cuerpo inerte del gato de la familia, Winston Churchill (apodado cariñosamente Church), al que habría encontrado esa misma mañana tendido en el pasto de su propiedad. Al principio piensa que van a sepultarlo en ese curioso cementerio, pero Jud le deja claro que queda camino por recorrer. Y es así como llegan a un cementerio indio, en el que no reposa cuerpo alguno. Louis accede a enterrar a su mascota en ese lugar y promete guardar silencio, cualquiera que hayan sido sus razones. ¡Cuán grande sería su sorpresa, al día siguiente, al ver que Church había vuelto a la vida!

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Church definitivamente no parece ser tan peligroso como nos lo intentan vender. Es sólo un gato-zombi muy huraño.

No sería tan desastrosa la idea de volver a tener a alguien o algo que quisiste mucho y que finalmente falleció, volver a tenerlo en vida, si no fuera porque regresan de otra forma, como si les hubiera cambiado completamente su personalidad y ésta se volviera casi diabólica. Es justamente Victor Pascow (Brad Greenquist), un espectro que se le aparece constantemente a Louis para tratarlo de prevenir. Pero este hace caso omiso a sus advertencias, viéndolas más como un invento de su imaginación y no como las premoniciones que verdaderamente son.

Victor Pascow sería uno de esos personajes del cine de horror que se inmortalizarían, debido a su complejidad. Nos muestra no sólo la cara fea de la muerte, esa que queda impermeable después de un violento accidente, no se trata del clásico espectro premonitorio que veríamos en Hamlet, sino que conserva la jocosidad, los comentarios sardónicos, la humanidad misma del personaje antes de su muerte, haciéndolo aún más real.

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La pureza de la niñez, vejada. Un infante de aspecto angelical es convertido en un verdadero demonio al volver de entre los muertos.

Cementerio de Mascotas es una película que te puede hacer reír -precisamente con las acciones del personaje previamente mencionado-, que te puede hacer sentir alegre al observar el rostro sonriente del pequeño Gage Creed (Miko Hughes), o que te puede hacer sentir infinitamente mal al presenciar el accidente de la carretera; pero también te puede hacer sentir un miedo cerval, al ser testigo de cómo algo tan puro como la niñez puede transformarse en algo prácticamente diabólico y horrible. Finalmente, lo que marca esta película es la no aceptación de la muerte, la negación del duelo, el desear revivir a tus seres más queridos.