Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge), la última película dirigida por Mel Gibson (Apocalypto , La pasión de Cristo, Braveheart, El hombre sin rostro), promete convertirse en la cinta que regresará a nuestro querido director (y más estimado actor) a la lista de nominaciones de la Academia. Escrita basándose en hechos reales, con guión adaptado por Robert Schenkkan y Andrew Knight, y con un cúmulo de talentos mundialmente reconocidos, llega esta semana a cines nacionales.

El soldado de primera clase Desmond T. Doss recibe la medalla de honor de manos de Harry S. Truman.

En esta cinta, Andrew Garfield interpreta a Desmond T. Doss, el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor en EEUU. Un objetor de conciencia, para que se entienda el concepto antes de proseguir con la reseña, es aquella persona que se opone a obedecer una orden de sus superiores porque su religión o su código moral se lo impide. Un caso famoso de objeción de conciencia lo encontramos en los Testigos de Jehová, cuyos miembros se oponen a rendir culto al lábaro patrio por considerarlo un acto de idolatría.

En el caso de Doss, adventista, se opuso firmemente a siquiera tocar un arma, por lo que tuvo que servir como médico durante la II Guerra Mundial. La medalla de honor le fue dada porque salvó a 75 soldados en un solo día durante su servicio en las Islas Ryukyu, en la que sería conocida como la batalla de Okinawa.

Hasta el último hombre es una historia biográfica, aunque sólo cubre la batalla ya citada, y omite su participación previa en las batallas de Guam y Leyte, por lo que debemos entender que se trata de una adaptación que se ha tomado algunas libertades artísticas, y que no pretende ser un documental. Pasemos a la reseña…

Hasta el último hombre cuenta también con escenas románticas y conmovedoras, sobre todo al inicio del filme.

La cinta inicia con una retrospectiva hacia la formación del hombre en sí, a través de su niñez y hasta el momento en que toma la decisión de enlistarse. En ella conoceremos a personajes secundarios, algunos que no toman papel alguno dentro de la cinta, pero que se justifican pues apoyan a la trama y al protagonista. Otros tantos, aportan más contenido emocional y moral, como es el caso del padre de Desmond T. Doss, William Thomas Doss (Hugo Weaving), y la mujer que se convertiría en su esposa, Dorothy Schutte (Teresa Palmer). Ambos cubren papeles esenciales dentro de la trama, pues se convierten en aliados o bastiones por los cuales lucha el soldado, a su manera, pues salva vidas, y en una guerra eso no es cosa fácil. Es más simple tomar un arma, apuntar y disparar al enemigo que llevar a tus compañeros heridos a un punto en el que se encuentren a salvo y puedan recibir atención médica. Aquí es donde entra el tema general de Hasta el último hombre: la objeción de conciencia, la cual es contrastada por la terrible realidad de la guerra, convirtiéndola en una historia significativamente anti-belicista.

Pero en la guerra, igualmente encontraremos a los hermanos en armas -aunque, en este caso en particular, uno de los hermanos se niega a portar una, ni siquiera como medio de defensa en un caso extremo-, entre los cuales tenemos a Vito Rinnelli, Wal Kirzinski, Tex Lewis, Andy ‘Ghoul’ Walker, James Pinnick, Henry Brown, Ralph Morgan y tantos más, interpretados por un amplio elenco. El mismo Mel Gibson aparece haciendo un cameo, y su hijo, Milo, también tiene un papel en la cinta. No podía ser de otra forma. Pero hay que mencionar dos importantes personajes secundarios dentro del campo de batalla que adquieren una importancia emblemática: Smitty (Luke Bracey) y el Sargento Howell (Vince Vaughn). Para saber por qué, bastará con que veas la cinta.

¿Cuál sería la reacción de los integrantes de una compañía al saber que uno de sus elementos no está dispuesto a matar por su patria?

Sin duda, los fuertes más evidentes de la cinta recaen en la dirección y el guión, que encuentran una coherencia casi perfecta, digna de las palmas de cualquier miembro de la Academia. Acá es donde constatamos que Mel Gibson no ha perdido el toque, aquel que le hizo ganar el Óscar por Braveheart, porque sabe mezclar a la perfección la belleza de un acto humanitario con la crudeza de la guerra. Y cuando hablo de ésta, no me refiero a una simple simulación, con efectos prácticos y, hasta se podría decir, económicos. No, acá la escenografía, el maquillaje y los efectos especiales son derrochados a manos llenas, para lograr algo que no veíamos desde Salvando al Soldado Ryan. Ese nivel de perfección que nos hace creer que realmente estamos presenciando la batalla de Okinawa, con los terribles bombardeos y los soldados de ambos bandos siendo mutilados y asesinados, y en ese caos, vemos al soldado Doss, haciendo lo único que desea hacer: salvar vidas.

Hugo Weaving nos ofrece una actuación convincente de un hombre con síndrome de estrés postraumático que pasa de ser un soldado condecorado y retirado, a un peligro para su familia.

De ahí, saltamos al apartado de la actuación, con dos fuertes contendientes para premios en esta temporada: Andrew Garfield y Hugo Weaving. Ambos actores cuentan con escenas clave para ser merecedores a una presea individualmente, pero son precisamente las escenas compartidas -esas en las que padre e hijo se confrontan- las que seguramente harán un gran favor al actor de reparto. Por una parte, se trata de un soldado retirado, en el que se ven claramente las cicatrices que ha dejado la guerra; por la otra, vemos al padre, que no sabe como evitar que su hijo pase por las mismas circunstancias que él ha atravesado. Y aun así, los pequeños giros que da la historia y la analepsis se encargan de recordarnos que padre e hijo son uno, pero este último intenta cumplir la promesa a aquel ser que evitó que cometiera un gran pecado. Acá regresamos al creyente, a Gardfield con la más convincente interpretación que he visto en toda la historia del cine de un objetor de conciencia que se enlista para servir a su patria pero sin dejar de servir a su espíritu.

Para hacer justicia al resto del elenco, debo mencionar el gran trabajo realizado por Vince Vaughn, que se aleja de sus papeles anteriores para interpretar a un personaje mucho más serio que de costumbre; pero hay que decir que aún teniendo esa naturaleza castrense, las escenas que comparte con Andrew se prestan para hacer algunas sátiras y chistes cortos que sirven para aliviar la tensión en el espectador, y que nos imaginamos como factibles por las características del ambiente en que se supone que se desarrollan. Incluso el protagonista trata de sacar una risa -con éxito- de un soldado herido, justo cuando lo rescata. A mal tiempo, buena cara.

Desmond T. Doss queda sólo en el campo de batalla, y decide salvar a tantos heridos como le sea posible, uno a uno. «Uno más, por favor».

En cuanto a los aspectos técnicos, como ya lo mencioné, son sobresalientes. Quizás el único que me falte mencionar es el sonido y la musicalización, que me parecieron correctos y muy puntuales. Hay tomas que fueron filmadas en slow motion, y se nota que aquí el arreglista se tomó el tiempo para decidir exactamente qué debía escucharse para hacerlas mucho más crudas, en ocasiones, y más esperanzadoras, en otras. Como sea, no creo que destaque demasiado en este aspecto, pero me ha parecido adecuado.

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