Hace 20 años, el mundo quedó sorprendido ante un filme muy irreverente para su época, una cinta que derrochaba drogas, juventud, música rock y una extraña sensación de viajes interiores bastante pachecos. Trainspotting, que en México la traducimos como La Vida en el Abismo y que marcó de pronto el paso a la fama de su director Danny Boyle, de su escritor Irvine Welsh y de sus protagonistas. Y no fue precisamente que los cuatro actores titulares terminaran siendo consagrados, si no contamos que Ewan McGregor sería Obi-Wan Kenobi 2 años después y que este mismo fin de semana escucháramos su voz como Lumiere en La Bella y la Bestia; Robert Carlyle saldría hasta en una cinta de James Bond y no podemos olvidar su cinta The Full Monty; Jonny Lee Miller interpretaría a un Sherlock Holmes moderno en la serie Elementary y Ewen Bremner todavía se dio el lujo de compartir créditos con McGregor en La Caída del Halcón Negro. 

Veinte años después de este clásico del cine donde vemos las desventuras de cuatro junkies y la gente con la que convivían, tenemos T2, el cual es una secuela dirigida nuevamente por Boyle, con un guión del propio Irvine Welsh y que reúne a los cuatro actores mencionados.

¿Hay alguna posibilidad de limpiarse del vicio completamente?

Primero hay una oportunidad… y después hay una traición

Los eventos ocurren veinte años después, donde vemos a Mark Renton (McGregor) regresar de Holanda, tratando de reorganizar su vida, la cual parece colapsar en una «crisis de los 40», pero lo que le ocurre a Renton es menor con lo que les pasa a sus viejos camaradas: Daniel «Spud» Murphy (Bremner) sigue siendo un drogadicto, Simon «Sick Boy» Williamson (Miller) es un extorsionador que está dispuesto a cobrar venganza por los eventos que ocurrieron en el pasado y si Sick Boy esta dispuesto a vengarse, no querrán saber como esta Franco Begbie (Carlyle), quien terminó en la cárcel por lo que hizo Renton.

Es entonces cuando nos cuestionamos si vale la pena ver una secuela de una película que es todo un clásico. Seguramente los que vieron la primera cinta notarán pronto los paralelos que encontrarán entre las dos cintas, como algunas escenas reflejan a otras y Boyle no escatima en subrayarnos momentos claves de la primera película para dos cosas: una, para que la audiencia recuerde con los cuatro protagonistas los eventos pasados y pueda hilar los hechos, algo que los que no vieron la primera película estarán agradecidos.

No obstante, si habíamos visto en Trainspotting a un drogadicto que nos hizo reír, llorar, alucinar y hasta hacer uno que otro coraje, nos damos cuenta que T2 ya no es tanto ese drogadicto, sino un cuarentón que intenta rehabilitarse, que tendrá uno que otro momento pacheco, que resistirá a tocar las canciones que le gustaba de joven por temor a una regresión, pero, lo más importante de todo, que es una película que nos hace entender varias cosas: el pasado no se olvida y un presente que arrastra los pecados del pasado siempre nos hará pensar que el pasado fue mejor.

¿Podras remendar amistades rotas?

En todo caso, la dirección en la que va la película, desde la primera escena, hasta la última, es un viaje que Boyle nos propone y del cual no negamos subirnos y no queremos bajarnos, es un viaje nostálgico por Edimburgo, por las vidas de estos cuatro personajes que buscan de alguna manera seguir adelante con sus vidas sin concebir los riesgos que pueda llevar confrontar al pasado, como si volvieras a ese lugar de explosivos y te pusieras a fumar sin pensar en que algo pudiera detonar lo que esta adentro.

Pese a eso hay detalles que espantarán un poco a los que no vieron Trainspotting, muchos podrían sentirse un poco desubicados con los personajes, con las vidas que llevan, con los delitos que cometen y que en ratos se pierde un poco el desarrollo de cada uno de ellos, a sabiendas que ya no tenemos aquí a cuatro amigos drogadictos sino a cuatro adultos resentidos y con ganas de acabarse mutuamente, cada uno a su manera. La historia además tendrá muchos detalles que le hacen valer su clasificación de Sólo Adultos, entre insinuaciones sexuales, drogas, groserías y algo de violencia.

Lo que más brilla en esta película son sus cuatro protagonistas, empezando por Ewen Bremner cuyo Spud intenta salir de sus vicios, pero deberá enfrentar esos temibles momentos que la rehabilitación pide a gritos, nos dejará unas cuantas escenas memorables y… algo asquerosas. Quizá Jonny Lee Miller es el que se mantiene cuadrado con su personaje de Sick Boy, pero ahora agreguen los resentimientos y la interacción con una prostituta llamada Veronika que pesarán mucho en la conclusión de la trama, de hecho Sick Boy es alguien que de pronto se torna digno de explorar su aspecto psicológico.

¿Y enfrentar las consecuencias de los pecados del pasado?

De ahí tenemos también a McGregor como Renton y que no falla como el protagonista y guía de esta historia, quien de pronto no parece tan firme en su personaje, alguien completamente curado que nos deja temiendo por momentos que echará a perder la cinta, pero cuando llega un momento importante en la cinta y se avienta un monólogo que nuevamente ironiza el concepto de «Choose Life«, es entonces que nos damos cuenta que Renton sigue ahí, ese personaje dudoso, temeroso que intenta aún evitar las responsabilidades… y a qué costo (y no es spoiler, el primer tráiler es narrado con este monólogo).

Pero debo afirmar que Robert Carlyle es quien destaca más de los cuatro, sin duda vemos de nuevo a Franco Begbie, quizá ya no en toda su gloria, pero si como una auténtica bestia de la desgracia que se viene, de un auténtico sociópata que no escatimará sentimiento para vengarse de Renton, de alguien que hará cosas abominables para llegar a su objetivo, que no le importaría volver a lanzar un tarro de cerveza hacia atrás y suscitar otra pelea… aunque ahora necesite cierta pastillita azul.

Y si, los fanáticos de la película pronto notarán que habrá algunos cameos de la cinta anterior que sin duda les dejará con los ojitos brillando como Kelly McDonald, Irvine Welsh o James Cosmo interpretando sus papeles de la cinta anterior.

…y todo sin poder evitar ser humillado en algunos momentos…

En cuanto al trabajo visual, si bien vamos a extrañar un poco las alucinaciones de la primera cinta (a decir verdad escasean, pero vamos, ya no tenemos a ese drogadicto, tenemos a alguien que intenta salir de las drogas), si tenemos un trabajo inteligente con flashbacks (tanto creados para esta cinta como escenas de la propia cinta), el uso de videos viejos (siempre aplaudiré ver a George Best anotar goles con el Manchester United) y recursos modernos, por que… ¿por qué no?, las redes sociales también merecen su jalón de orejas.

El recurso fotográfico es bastante efectivo, quizá no sea la mejor fotografía, pero Boyle es preciso en de pronto hacer pausas o giros inesperados para darle énfasis a las escenas y mostrarnos una edición formidable.

La banda sonora, nuevamente se recarga en nuestros recuerdos y si bien no llegan a resonar tanto Lust for Life o Born Slippy (que sin duda cuando oímos sus acordes sentimos como las lagrimitas se sienten en mis ojos nostálgicos), de pronto no podemos evitar escuchar himnos como Radio GaGa de Queen o Relax de Frankie Goes to Hollywood (sin duda, ¡qué gran momento para usar esa canción!), incluso escucharemos a Blondie o a Run D.M.C. en momentos claves de la historia.

T2 es una secuela decente de la cinta de 1997, sufre para llegar al nivel en donde muchos dejaron a Trainspotting, pero es un excelente viaje nostálgico al pasado y las consecuencias que nos llevará el enfrentar los pecados de los que ya habíamos corrido, todo con ese oscuro sentido del humor que Boyle imprimió en su primera cinta y que se refleja bien en sus cuatro protagonistas.

Una cinta que agradará a un público adulto, ese que creció en medio de las inseguridades de la Generación X pero que le costará trabajo meterse en una comunidad millenial que deberá explorar la primera cinta para entender todo lo ocurrido.

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