El Expreso del Miedo, mejor conocida como Snowpiercer, es una película sci-fi de corte post-apocalíptico filmada por Opus Pictures y dirigida por Joon Ho Bong (Crónica de un asesino en serie, Madre, Tokyo!), con la participación de Kelly Masterson (Antes que el diablo sepa que has muerto) como guionista secundario. Estamos ante una obra que podría categorizarse dentro del cine de autor, por lo que debemos estar conscientes que más que nunca, lo que veremos es el concepto que este director coreano deseó llevar a la pantalla, ni más ni menos.

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El Expreso del Miedo, título que no le va del todo bien a esta película, trata de la supervivencia de la humanidad después de que un experimento a escala planetaria para parar el calentamiento global sale mal. Las consecuencias son desastrozas, ya que la Tierra se ha convertido en una gigantesca bola de nieve. Como respuesta a esta situación, y antes de que se vea perdida toda esperanza, un genio multimillonario decide crear un tren bala a prueba del clima extremo del exterior que dará la vuelta al mundo sin parar nunca, hasta que las temperaturas vuelvan a elevarse. Dentro, se vive un sistema de clases muy definido, con los pobres localizados en el último vagón y sometidos a un trato que raya en lo inhumano. Nuestro héroe, Curtis (Chris Evans), apoyado por la única persona en la que cree ciegamente, Gilliam (John Hurt), planea cambiar las cosas para el beneficio de quienes viven en la parte trasera del convoy, aunque esto signifique sacrificar algunas vidas.

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Esta película es una distopía clásica encerrada en un espacio mucho más reducido que una ciudad, por lo que los eventos se suceden velozmente con sólo algunos descansos entre las escenas de acción, que sirven para integrar a nuevos elementos a la trama, como personajes secundarios que serán indispensables para que el héroe logre su objetivo. Este es el caso de Namgoong Minsoo (Kang-ho Song) y Yona (Ah-sung Ko), presos que deben ser liberados pues sus habilidades son necesarias para seguir avanzando. Por supuesto, habría que existir alguna compensación, y aquí es donde entre una droga sintética a la que son adictos los personajes ya mencionados y que les es suministrada cada vez que se requieren sus servicios. La adicción a esta sustancia no es exclusiva de quienes viven en los últimos vagones. Conforme se desarrolla la historia, nos damos cuenta que el tren mismo es una representación de una sociedad enferma y sin objetivos. Nuestro héroe se convierte entonces en la voz de la conciencia y adquiere un carácter casi mesiánico.

Por su parte, los antagonistas son muchos -prácticamente todos los habitantes de los vagones frontales del tren-, pero destacan aquellos que tienen poder directo sobre quienes viven en el fondo. Mason (Tilda Swinton) es la capataz y representante de Wilford (Ed Harris) de frente a los más desfavorecidos. Sus métodos de coacción son brutales y se roba, sin duda, la mayor parte de las escenas en las que aparece. Al mentado Wilford lo veremos justo hasta el final, y será el quien revelará la verdad al héroe, dando un giro completamente inesperado que, a no ser por sucesos posteriores, podría haber condenado al fracaso todos los esfuerzos del mismo. La historia parece decirnos que nadie es incorruptible y que, sólo los accidentes pueden cambiar el curso de la historia.

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El Expreso del Miedo es una película diferente, dentro del mismo género de las distopías, que tiene un peso propio y una trama interesante y bien planteada. En ningún momento se rompe el hilo conductor y esto nos ayuda a no distraernos con las escenas de acción, muy bien desarrolladas, que se encuentran en distintas partes del largometraje. Lo único que pesa negativamente en la cinta, es el largo y tedioso camino por el que ha debido de recorrer el género que hoy se encuentra atestado de opciones mucho mejor estudiadas y atadas a conceptos filosóficos, que invitan al espectador a meditar sobre su realidad. Sin embargo, no deja de ser una buena obra, muy entretenida, aunque poco memorable. Le doy un siete.