El Buen Amigo Gigante debería ser la suma de todos los sueños de cualquier niño americano que creció en la década de los ochenta: el mejor director de ese entonces, Steven Spielberg, el mejor escritor de libros infantiles del siglo, Roald Dahl, la libretista de cabecera de Spielberg, Melissa Mathison (quien escribió el guión de esa maravilla llamada E.T. El Extraterrestre), efectos visuales que en ese entonces solo se podían soñar y la música de John Williams, el mejor compositor que el cine comercial ha tenido en Estados Unidos.

¿Por qué la suma de esto es entonces un fracaso taquillero, uno que le dolió muchísimo a Disney? Antes de analizar eso veamos que nos pareció la película.

La cinta cuenta con las actuaciones de Mark Rylance, el nuevo actor fetiche de Spielberg que le dio su primer Óscar con Puente de Espías, la pequeña Ruby Barnhill, Bill Hader, Rebecca Hall, Jermaine Clement y Penelope Wilton, entre otros actores, muchos de ellos realmente irreconocibles gracias a los efectos visuales.

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El BAG presumiendo que su pasta de dientes funciona bastante bien.

Sofia es una niña huérfana que decide aventurarse una noche para presenciar la «hora de los monstruos» en su orfanato en Londres, solo para descubrir la presencia de un gigante que la rapta y la lleva a la Tierra de los Gigantes. Este gigante, contrario a otros, es educado y gentil y se dedica a propagar los buenos sueños en la gente. Pero ser bueno tiene sus desventajas, y un grupo de gigantes malos lo molestan constantemente. Será entonces cuando Sofia buscará una solución para asegurar que su Buen Amigo Gigante (B.A.G.) pueda seguir dando felicidad a la gente.

Narrar en el cine un libro infantil es difícil y las adaptaciones más populares, que fueron sobre Charlie y la Fábrica de Chocolates, hicieron una cinta que divirtió más a los adultos que a los niños, que en momentos se sentían horrorizados ante los efectos bizarros de estas cintas. Matilda, pese a sentirse corta, cuenta con carisma y es bastante dulce a los ojos, al grado que la considero una de las mejores adaptaciones de Dahl.

Comparar al B.A.G. con estas cintas es un buen punto para empezar, y tiene ese problema que puede compartir con otras producciones recientes de Spielberg: el Rey Midas de Hollywood ha empezado a perder esa forma de narrar que nos entretenía en las décadas de los ochenta y noventa, al grado que puedo asegurar que los directores que han salido de su influencia como J.J. Abrams y los hermanos Matt y Ross Duffer (Stranger Things) logran entretener mejor ahora que su maestro.

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La cinta presume una excelente dirección de arte y una banda sonora formidable.

Y aunque la salida de Stranger Things, no fue lo que golpeó a esta cinta (claro, consideremos que Disney tuvo la gracia de estrenar también Buscando a Dory dos semanas antes y terminó dándole un balazo en el pie al B.A.G.)  la gente pudo encontrar más el espíritu de la narrativa de Spielberg en esa serie de Netflix que en la propia cinta del director estadounidense. Pero no significa que sea precisamente mala, pues el guión mantiene la esencia que Roald Dahl escribe en este libro, con esos detalles disparatados de la bebida con burbujas que van hacia abajo y su resultado divertidamente escatológico, los diálogos ingeniosamente disléxicos del B.A.G. y la hermosa, pero alargada descripción de la Tierra de los Sueños, donde el B.A.G. y Sofia cazan sueños y pesadillas.

Es ahí donde esta el problema para las generaciones actuales, la cinta tiene varios escenarios que nos invitan a imaginar, a divertirnos de esa imaginación y disfrutar escena tras escena, sobretodo por la forma en que el veterano John Williams adereza a nuestros oídos cada escena, pero las generaciones actuales ya no quieren imaginar, quieren un producto de consumo rápido, que puedan resolver en 90 minutos y los 118 minutos de la cinta son también un problema pues se van muy despacio.

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Cuando las retas en Warcraft se tornan demasiado reales.

Las actuaciones se centran principalmente en Mark Rylance y Ruby Barnhill. Rylance sabe darle ese toque a su personaje y realmente nos simpatiza desde el momento que comienza a hablar, y eso si no nos conquista sus increíbles formas de ocultarse que hasta un Assassin envidiaría. Rylance sabe dominar muy bien esos complicados diálogos que Dahl propone para el personaje y se nota hasta un toque de inocencia infantil que tiene el Buen Amigo Gigante que nos hace hasta adorarlo por un buen rato.

Ruby Barnhill logra su cometido, logra ese personaje curioso y que sabe tener esos toques de valentía y gracia que requiere Sophie, además de tener una clara nota de las niñas que Dahl ha sabido describir en sus libros. De hecho es inevitable ver que la Sophie de Barnhill compite seriamente con la Matilda que interpretó Mara Wilson hace ya veinte años. Ambas son adorables, ambas son realmente de «armas tomar» y claro, ambas son muy bien interpretadas. De Barnhill se espera un buen futuro, aunque seguro será uno breve pero brillante.

Claro, el resto del elenco sabe sostener la película y los gigantes malos se ven mucho mejor animados y actuados que algunos otros personajes fantásticos que hemos visto en este año, al grado que podrían superar incluso a los ogros de Warcraft. Los personajes humanos, que salen sobretodo casi al final de la película son muy bien elaborados y es muy hilarante, sin duda, la escena del brindis con el refresco del B.A.G.

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La cinta invita a los asistentes a soñar, pero puede también causar sueño en algunos.

Aunque en el proceso, Spielberg sacrificó detalles trágicos de la trama (como el origen del saco rojo) y adaptó otros que seguramente no dejará contentos a los lectores del libro original, la cinta dejará un buen sabor de boca a los que aman la lectura, especialmente a los que leen libros infantiles.

Tengo que agregar que la cinta la vi en español y el trabajo de adaptación es formidable, donde seguramente en lugar de buscar traducciones literales tomaron el libro original como referencia. Alejandro Villeli, quien le prestaba su voz a Miles en La Niñera, hace un trabajo formidable doblando la voz de Rylance y la pequeña Zoé Mora sabe hacer muy bien su cometido con la voz de Sofia.

El Buen Amigo Gigante, en conclusión, es una cinta que merece atención para un público deseoso de una narrativa demasiado detallada y que no le preocupe tener que masticar un poco las ideas que propone antes de seguir viendo la cinta, imaginar ya no es algo que el cine quiere vender y, ciertamente, las generaciones actuales ya no se preocupan por imaginar y soñar. De ahí, que tengamos a una de las películas más injustamente ignoradas del verano, claro, debemos también decirlo: a Steven Spielberg se le esta acabando su habilidad para narrar cosas fantásticas.