Adaptación al cine de la obra de teatro, Tom en la Granja de Michel Marc Bouchard (previamente presentada en el Teatro Sergio Magaña, en Agosto de 2012) es producida y editada por el joven talento canadiense Xavier Dolan. Gira en torno a un chico que ha sufrido recientemente la pérdida de su pareja, Guillaume, y que en un estado anímico visiblemente deteriorado, al grado de ser incapaz de escoger las palabras correctas para definir su situación en una carta que por no tener destinatario se la dirige a sí mismo, debe trasladarse a la zona rural para asistir al funeral.

Tom, interpretado por Xavier Dolan, es un personaje que busca desesperadamente algo que llene el vacío que ha dejado aquella muerte, apagar el tenaz dolor de una ausencia que se sabe permanente y que, sin embargo, se niega. «Una parte de mí a muerto» escribiría Tom en aquella servilleta de papel, mostrándonos una realidad más bien distinta: todo en Tom a muerto junto con Guillaume, y no espera más que reemplazarlo para tener la oportunidad de renacer.

Tom en el Granero gira en torno a las ausencias: la falta de la persona amada, el vacío creado en el interior, la ausencia misma del personaje principal junto con la desolación de una nula recepción, que luego se convierte en un remolino que apenas puede ser asimilado por Tom. La frialdad y ecuanimidad de la madre, Agathe (Lise Roy), que igualmente batalla en sus propios vacíos interiores ante la muerte de un hijo del que poco supo durante los últimos diez años de su vida, y la falta de compasión de un hermano, Francis (Pierre-Yves Cardinal), que no se ve afectado por su deceso, y sin embargo, demuestra una tremenda aversión en contra de Tom (muy posiblemente, debido a su inclinación sexual y relación, de la que Agathe no sospecha nada).

Serán estas ausencias las que empujen a Tom a tratar de descubrir quién es Francis, muy a pesar de la violencia, de la vejación, del abuso del que es objeto. Podríamos hablar sin duda de que es consecuencia de la despersonalización, de esa carencia de ser, pero sobre todo del gran parecido físico de Francis con Guillaume, de eso que echa en falta y que a no tener forma de recuperarlo, pretende sustituirlo. Tom sabe que a pesar de todo necesita estar a su lado, y Francis también. Aquí es cuando entramos a la psicología de los personajes y nos damos cuenta que son verdaderamente profundos, tal vez con la misma maestría con la que Alfred Hitchcock retrataba a su versión de Lisa Carol en La ventana indiscreta o a Norman Bates en Psicosis.

Dolan no pretende que lo sepamos todo de sus personajes, sino más interpretar libremente qué es lo que ocurre por sus mentes. Hay particularmente una escena, preciosísima desde mi punto de vista, en donde Tom va cargando un becerro que parece estar muerto, lo lleva en brazos al exterior y se desborda en llanto. Vemos entonces a un ser humano sensible que es capaz de expresar el sufrimiento, contrario a lo que ocurre en el caso de Francis. Es allí, en ese momento, cuando sabemos que nada bueno puede salir de una relación entre un chico neurótico, relativamente sano, y un sociópata con rasgos psicóticos. Por muy grande que sea el parecido con su amado Guillaume, se trata de una persona radicalmente distinta, que ni siquiera parece compartir su inclinación sexual. Más bien, desea usarlo para los fines que a él convengan.

Por fortuna para Tom, experimenta un último golpe que lo devuelve a la realidad, a raíz de la inesperada llegada de «Sarah» (Evelyn Brochu), la supuesta novia de Guillaume que Francis le había inventado a su hermano cubriendo su homosexualidad. A la mañana siguiente se da cuenta que debe ponerse a salvo, que ya ha perdido demasiado y que el vacío no lo es tanto si los recuerdos permanecen. Lo único que le queda es eso. ¿Debería perderlo por alguien que no lo vale?

Xavier Dolan se ha destacado en la creación de personajes llenos de vida, que sienten y experimientan pasiones frente a las cámaras, hasta ahora especializado en la homosexualidad debido a su propia inclinación. Deja claro que es un talento del que sólo se puede esperar más en el futuro. Cabe mencionar la destacada dirección de arte de Colombe Raby, y la cinematografía a cargo de André Turpin. Es una pena que en su fecha de exhibición, han sido tan pocas las salas que lo proyectan en el Distrito Federal. Tom en el Granero es un thriller que vale la pena ver en cines. Le doy un ocho.