En 1999, Luis Estrada fue de esos directores que tomaron por sorpresa a un cine que estaba en ese entonces resurgiendo tras los malos años que el gobierno provocó al intentar administrarlo y generó mucha polémica con La Ley de Herodes, cinta que criticó durísimo la forma de gobernar del partido oficial, seguida de Un Mundo Maravilloso en el 2004, donde el gobierno criticado en cuestión fue el estilo corporativo y humanista del partido opositor que tomó el poder, mismo que recibió después una crítica muy sangrienta y agria con El Infierno, donde se cuestiona la guerra contra el narco y la violencia que ha asolado al país desde el 2006.

Quince años después de La Ley de Herodes, Estrada vuelve a la carga, pero esta vez no va completamente contra el partido oficial, sino ahora también sobre uno de sus más fuertes patrocinadores: la televisión.

La Dictadura Perfecta toma elementos que ya conocimos de las cintas anteriores, de un lado, esa crítica social que adereza muy bien con chistes bien acomodados y momentos de reflexión que nos harán salir del cine pensando; también la presencia de sus actores mas constantes en sus producciones: Damián Alcazar y Joaquín Cosío «El Cochiloco» y, con estos elementos, las televisoras son ahora las que no querían que se distribuyera esta película (digo, no por el talento de los actores, sino por ser tan buenos mensajeros del mensaje de Estrada).

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Damián Alcazar sigue firme como uno de los mejores actores mexicanos y sabe llevar el mensaje que Luis Estrada propone.

El Presidente (Sergio Mayer con todo y copete) dice una frase inoportuna que se convierte en algo viral y el gobierno decide arreglar su error revelando un caso de soborno del Gobernador Carmelo Vargas (Alcazar), quien pedirá ayuda a la televisora para que arregle su imagen y lo perfile a la Presidencia de la República, para esto, el Productor Carlos Rojo (Alfonso Herrera) y su reportero estrella (Osvaldo Benavides) se lanzan al estado donde buscarán la noticia que ayude a mantener el rating de su noticiero muy alto y, de paso, limpien la imagen del Gobernador, cuando un secuestro de unas niñas se convierte en su caldo de cultivo para lograrlo.

Desde el inicio de la película el director lo advierte, «Cualquier parecido con la realidad, es más que una coincidencia», y vaya que no falla en ningún aspecto, desde las frases inoportunas de los gobiernos más recientes, hasta los escándalos mediáticos que han pegado duro en estos úlitmos años, La Dictadura Perfecta (que toma su título de una mención del escritor peruano Mario Vargas Llosa sobre la forma como se gobierna este país) toma con mucha facilidad ese mecanismo que hace que la realidad se manipule de modo que podamos ocultar realmente el lado oscuro de muchos políticos gracias al trabajo que hacen las televisoras con el afán de informar lo que el gobierno quiere que sepamos y no lo que debemos saber.

Nos hace caer en la dura realidad de ver que la televisión, con todos los avances tecnológicos que hay, sigue siendo un arma poderosa para el control propagandístico que hay en nuestro país y que es capaz de atender a los sentimientos del público para hacer que se nos olviden pronto los errores cometidos por los políticos, los perdonemos y dejemos que nos sigan ultrajando.

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La cinta retrata descaradamente la forma en que los medios pueden manipular la opinión pública para proteger a sus clientes.

Aunque también noto cierta obsesión morbosa en la forma de retratar a los políticos, sobre todo a Carmelo Vargas, que, gracias a una impresionante actuación de Damián Alcazar, lo vemos como un monstruo político que no duda en cometer cualquier aberración por salir adelante en su cometido de buscar en una posición más alta en el escalafón político, en ratos parece una caricatura, pero una caricatura de la dura realidad política del país.

El resto del equipo actoral no falla en ningún momento, Joaquín Cosío da una gran actuación como el lider de la oposición, aunque a la gente que viene de la televisión se les olvida en ratos que están en una película (seguramente aferrándose al hecho de que los personajes vienen de la televisión) y sus actuaciones podrían sonar hasta apagadas, como una manipulable Silvia Navarro que, en su papel de madre de las gemelas secuestradas, se avienta llantos dignos de telenovela, o un Saul Lizaso firme como una parodia de nuestro conductor de noticias favorito. Alfonso Herrera, si bien se ve débil ante la presencia de Alcazar o de Cosío, sabe llevar bien el hilo conductor de este enredo político.

La cinta está clasificada para adultos con muy buenas razones, sobretodo por el constante uso de malas palabras y mentadas, pero también por algunos momentos violentos que sí sacarán de onda por momentos al espectador. Pero el guión también invita a que la gente piense y reflexione mientras vea la cinta. Podemos decir que después de varios momentos de risas, habrá mucho, pero mucho tiempo donde estará uno masticando literalmente todo el trajín político que hasta da coraje.

La película dura casi dos horas y la única falla que vi fue el hecho de que alarga demasiado el final. Quizá para otros no les agrade escuchar la misma canción cada cinco años (bueno, cuatro esta vez), de una película censurable que critica al gobierno y a los medios y que finalmente todo mundo vio y encontró que era mejor que la película de la televisora (ahí esta el detalle chatos). Sí, Luis Estrada ha seguido cantando la misma canción, pero créanme, lo sigue haciendo bien.

Calificación: 8.5