Cuando estuve en la edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara el año pasado, una cinta llamó la atención con la dirección de Celso García. La Delgada Línea Amarilla (que obviamente primero nos hace brincar a la mente esa cinta de guerra llamada La Delgada Línea Roja), llamó pronto la atención en el Festival ganando tres reconocimientos incluyendo Mejor Guión, pero no pudo en los Arieles ante la dura competencia que representó el duro drama de Las Elegidas. Lo cierto es que, con tanto reconocimiento tardó año y medio en llegar a las salas comerciales con la distribución de Corazón Films y, agradeciéndoles su invitación a la premier, veamos que nos parece esta cinta.

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Damián Alcázar sabe salir de su zona de confort en este filme.

La Delgada Línea Amarilla cuenta como un grupo de trabajadores se dedican a poner las líneas amarillas de una carretera que separa a dos pueblos, con la prisa necesaria para evitar que el temporal de lluvias borre las líneas. Damián Alcázar interpreta a Toño, el líder de la obra, quien busca trabajar tras ser despedido de su trabajo de velador. Le acompañan Gabriel (Joaquín Cossio), un veterano trailero, Atayde (Silverio Palacios), un hombre que presumió de trabajar en un circo, el misterioso Pablo (Gustavo Sánchez Parra) y el joven Mario (Américo Hollander) un rebelde pero noble chico.

La sencillez de la historia contrasta con la profundidad con la que el guión va retratando a sus personajes, al grado de que más que ver si van a lograr cumplir la meta o no del trabajo asignado, es ver más detalles sobre ellos, sobre todo de Toño y Mario, quienes guardan secretos de sus respectivos pasados y que saldrán al calor del duro trabajo que representa para este grupo al cual se le une una perrita.

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Américo Hollander destaca mucho con su rebelde pero bien aterrizado personaje.

En el camino no solo veremos el duro trabajo asignado sino varias situaciones que, para bien o para mal, influirán en los personajes y romperán la monotonía de su trabajo desde incidentes con la vieja camioneta que los transporta hasta la juguetona escena del baño en un arroyo.

Cada momento de la historia viene aderezado con ese lenguaje florido que tenemos los mexicanos, y hasta se da el lujo de manejar un doble sentido que, cuando lo vean, hasta les volará un poco la cabeza (¿a poco si existe ese lugar a dónde lo mandan a uno a veces?).

Pero debemos afirmarlo, lo mejor de todo esta en las actuaciones, donde Damián Alcázar nos demuestra que no necesita de una cinta política de Luis Estrada para tomar de principio a fin una película y dominar a su personaje en todos los aspectos que se necesita, que Joaquín Cossio no necesita de majaderías para divertirnos y darnos un personaje diametralmente opuesto al «Cochiloco», que la risa puede venir de un Silverio Palacios que se roba las escenas cuando su personaje lo amerita y que Américo Hollander demuestra que tiene mucho futuro por delante al tener uno de los personajes más complicados del filme pues es al que le toca poner los dedos sobre la llaga en los momentos adecuados.

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Parecerá un trabajo sencillo, pero dormir en exteriores puede llevarlos a vivir riesgos que nadie espera.

Entre ellos cuatro dominan bastante bien la cinta y, aunque es más breve la presencia de Gustavo Sánchez, lo poco que aparece también le pone empeño para vendernos a su personaje, así como los otros actores que hacen breves apariciones en el filme, pero saben dar peso a cada momento de la trama (y nos faltó mencionar a la perrita que también se roba un par de escenas).

De la producción en si tenemos un trabajo formidable de la cámara de Emiliano Villanueva que sabe retratar bien la monotonía del trabajo que se esta realizando, así como saturar de luz esos momentos llenos de calor y de un sabor taciturno, esas tomas dominadas por la oscuridad, la fogata y las estrellas, sin que domine demasiado el desarrollo de la trama. Los efectos especiales son poco exigidos pero cuando aparezcan nos dejarán un tanto boquiabiertos.

La banda sonora no es tan influyente en la cinta, pero las canciones elegidas en la historia saben pesar bien en la trama.

Tras 18 meses, varias premiaciones en diferentes festivales y haberse quedado en la orilla de la preselección al Óscar y de los Premios Ariel, La Delgada Línea Amarilla llega por fin a las salas a mostrarnos que, incluso en un trabajo que parece pesado y monótono se pueden contar muchas anécdotas, las suficientes para que el tiempo transcurrido nos permita abrir nuestras mentes a cinco humildes trabajadores y ver sus historias sin sentirnos aburridos o cansados en ningún momento. Si piensan celebrar a México con una buena cinta, ésta es la indicada.

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