Si bien La Dama de Negro fue una de esas películas que no lograron enganchar a todos los espectadores con su propuesta de terror old fashion, algunos nos sentimos particularmente satisfechos con el desempeño de Daniel Radcliffe, como Arthur Kipps, en aquella adaptación de Jane Goldman de la novela gótica ochentera de Susan Hill, que se ha convertido en todo un clásico gracias a su adaptación al teatro, que al menos en México ha sido un éxito insólito con sus veinte años de puesta en escena. Y ha sido sólo gracias a la obra de teatro, de eso no queda duda, que tanto La Dama de Negro como su secuela, La Dama de Negro 2: El Ángel de la Muerte, hayan obtenido una buena venta en taquilla durante su primera semana de presentación. Pero pasemos a la reseña de esta última, escrita por el guionista Jon Croker y dirigida por Tom Harper.

Nuestra historia se sitúa cuarenta años después de la experiencia que tuviera Arthur Kipps. Después de los bombardeos alemanes a la ciudad de Londres, un grupo de niños se ven obligados a mudarse junto con sus cuidadoras Eva (Phoebe Fox) y Jean (Helen McCrory) a una lejana y desolada casa en la campiña británica, la Eel Marsh House. No pasa mucho tiempo antes de que Eva sienta que la casa guarda algo extraño en su interior, y uno a uno, los niños a su cargo comienzan a desaparecer. Ante el descrédito de Jean, Eva pide ayuda al piloto Harry Burnstow (Jeremy Irvine), pero pronto descubre que puede que no sea una coincidencia su llegada a la casa habitada por la Dama de Negro.

Así como en la versión anterior, La Dama de Negro 2: El Ángel de la Muerte nos presenta escenas muy ricas visualmente, tanto en los paisajes como alrededor del fenómeno que viven los personajes en la Eel Marsh House. Las tomas fotográficas y los efectos visuales tanto de Londres como de la zona pantanosa están a la altura de la anterior película. Las tomas nocturnas son particularmente interesantes, aunque hay algunas escenas a la luz del día que nos transportan igualmente a lugares misteriosos.

Sin embargo, a comparación de su antecesora, se hace uso excesivo del espanto fácil provocado por screamers, y si bien es cierto que esta técnica forma parte de La Dama de Negro, debería ser este espectro el que en base a sutilezas, y a una incisiva y progresiva presencia, nos llenara de espanto, pero no ocurre de esta forma en la trama. Al principio, el espectro se manifiesta sólo a un niño, y Eva comienza a experimentar pesadillas relacionadas con su vida pasada. Así que se deja de lado a la parte más importante de la novela, que después es recuperada cuando Eva indaga un poco más sobre la historia de la casa. Ella se da cuenta que su propia historia tiene un paralelismo con la del espectro, y es lo que finalmente parece tornarse a su favor en uno de los finales más flojos que he visto en el cine de terror.

Concluyendo… sí, La Dama de Negro siempre venderá en nuestro país porque tenemos una larga relación con esta obra. No, en esta nueva película no tenemos personalidades de renombre ni magos o brujos de antaño. Las actuaciones son bastante planas, la historia es muy lineal y su final se descubre al instante, los momentos de espanto no hacen mérito al verdadero terror que provoca la puesta en escena de La Dama de Negro (me consta que sales temblando del teatro), y esta secuela, por decirlo con respeto, de verdad apesta. No recomendaría que fueras a verla al cine, menos ahora que hay tantas películas nominadas a los Óscares, y si algún día la pasan por TV, tampoco recomendaría que perdieras tu tiempo en esta bazofia. Le doy un cinco.