En El Violinista del Diablo se retrata a un Niccolò Paganini, intrepretado por David Garrett, entregado a los excesos, a un violinista mediocre que no logra llamar la atención del público hasta que un misterioso personaje —Urbani (Jared Harris), que fungirá como su representante— hace acto de presencia en su vida. Desde el momento en que firma un contrato que apenas si lee, su carrera despunta y se convierte en el prodigio que conocería la sociedad europea del siglo XIX.

Niccolò Paganini logra un inusual ascenso a la fama. Se embarca en una exitosa gira a través de toda Europa, hasta que llega el momento de ir a la capital del mundo en su tiempo. Para ello, un director de orquesta y buscador de talento, John Watson (Christian McKay), hará todo lo posible para llevar al maestro a Londres, y concretar a su vez, para sí mismo, la fama que le era tan necesaria dentro de su sociedad.

La caracterización que se hace de Niccolò Paganini en El Violinista del Diablo parece extraída de los pasquines de su época, pues la historia general hace hincapié en la promiscuidad y las adicciones del afamado compositor. El misterioso personaje que le acompaña, Urbani, representa sin duda alguna al demonio al que le ha vendido el alma, y quien lo complace con todos los posibles excesos… excepto en la búsqueda de la felicidad.

Como historia biográfica, El Violinista del Diablo cae por los suelos. Paganini tuvo una vida demasiado licenciosa, innegablemente. ¿Cuántos músicos no la han tenido? Su salud se fue deteriorando por un cáncer de laringe que le iba haciendo perder la voz a pasos agigantados y por el tratamiento con mercurio que realizaba por recomendación de su médico para tratar la sífilis. No sería ni la primera ni la última persona famosa en caer ante esta enfermedad venérea. Décadas después, lo haría Frederick Nietzsche, el más célebre filósofo del existencialismo.

El Violinista del Diablo, más bien, se centra en su libertinaje, poniendo constantemente en tela de juicio su talento, colocándonos al omnipresente representante del mal como el origen de lo bueno en Paganini, tal como lo hicieran los medios sensacionalistas de su época al afirmar que, por los cambios en su semblante en sus perfectas ejecuciones, se podía deducir que tenía pacto con el diablo; mismos que se encuentra representados en la persona de Ethel Langham (Joely Richardson), una periodista que busca cubrir la nota de la visita a Londres de Niccolò Paganini.

Nada se dice de sus años de estudio a cargo de los famosos maestros Giovanni Servetto y Alessandro Rolla, ni de sus ocho años como director musical en la corte de Maria Anna Elisa Bacciocchi, princesa de Lucca y Piombino y hermana de Napoleón. Se le toma como un violinista mediocre, sin ambiciones; y mucho menos se habla de su relación con otros famosos músicos, como Franz Liszt y Héctor Berlioz, quien le compuso un concierto para viola y orquesta que Paganini nunca interpretó.

Hay, sin embargo, varias escenas rescatables que evitan que el guión se caiga del todo, ya como una interpretación demasiado moralista de la vida de il Maestro. La primera de ellas, una jocosa visita a un pub inglés en el que Paganini y Urbani casi terminan en una pelea, si no fuera por la demostración de su talento que deja entre hipnotizados y sorprendidos a los presentes; la segunda, al presentar su ejecución en el escenario londinense, provocando desmayos entre las asistentes; y la tercera, dentro de ese mismo escenario, cuando el anterior dueño de su amado violín Guarnerius, al que llamaría Il Cannone, decide vendérselo pues después de haberlo escuchado le sería imposible volver a tocarlo.

Toda la relación entre Charlot Watson (Andrea Deck) y Paganini es una reconstrucción demasiado licenciosa. En la película, Paganini parece haber encontrado al amor de su vida, y Urbani se encarga de alejarla, pues le significaría una especie de salvación. Hasta el final de su vida, cuando se halla reposando en una silla, recuerda a Charlot. Sin embargo, en la realidad, para cuando il Maestro ya se hallaba en Bélgica, había superado esta pérdida. No es que el romanticismo no juegue un papel interesante en la película, sobre todo cuando interpretan juntos en el escenario, pero se recurre a lo cliché en lo que esperaríamos que fuera más apegado a la historia. Como se ha visto hasta ahora, El Violinista del Diablo no es biográfica sino más bien sensacionalista, lo que le hace un flaco favor a la fama de este compositor. Yo, personalmente, sólo espero que más gente se interese en las obras de este gran violinista.

Concluyendo… La película es entretenida e interesante, y para el público en general será digerible, pero para quienes conocen la historia de Niccolò Paganini, sería aconsejable que llevaran consigo su botellita de anti-ácido. Hay escenas de desnudos completos y sexo sugerido, por lo que se aconseja sólo para adolescentes mayores y adultos. Si hubiera que darle una calificación, personalmente le daría un 6.5. Es básicamente una película palomera, más aconsejable para mirar en casa.