Se acerca el Día de Muertos y, con ello, una serie de películas que giran en torno a la temporada: brujas, fantasmas, muñecas embrujadas y demás. Y entre toda esta temática, mucha más cercana al comercialísimo Halloween, llega algo fresco e interesante: El Libro de la Vida, dirigida por Jorge R. Gutierrez (más conocido por haber sido el diseñador de los personajes de ¡Mucha Lucha!) y producido en parte por Guillermo del Toro. Cuenta con un reparto aceptable, entre los cuales se encuentran: Diego Luna como ManoloZoe Saldaña como MariaChanning Tatum como Joaquin, Ron Perlman como Xibalba, y Kate del Castillo como La Muerte.

En un pueblo de México —centro del Universo— llamado San Ángel, los amigos Manolo y Joaquín se disputan el amor de María desde la tierna infancia. La Muerte y Xibalba apuestan en un Día de Muertos, como en antaño lo han hecho, con cual de los dos se casará la chica. Por azares del destino, se separan, pero se vuelven a ver siendo ya adultos. Manolo es un torero que sólo desea ser músico y Joaquín sigue el rumbo heredado por su padre para convertirse en defensor del pueblo. El fuego entre estos amigos se aviva, mientras alguien parece tirar de los hilos del destino para favorecer a uno de los dos.

A nuestro país ha llegado prácticamente sólo la versión redoblada, o sea, doblada al español. Para nuestra desgracia sólo se han respetado las voces de La Catrina y Manolo. Casi todos los demás son conocidos actores de doblaje que se encuentran omnipresentes en todos los doblajes del cine nacional (Pepe Vilchis, Miguel Ángel Ghigliazza, Humberto Vélez, Gerardo Reyero, etc.), y alguna que otra actriz de televisión que no tiene carrera en este segmento y, por consecuencia, carecen de la experiencia para hacer un buen papel. Estamos ante un doblaje acartonado, que nos suena demasiado familiar, sin nada realmente destacado, con las mismas voces de siempre y que en ocasiones se sienten huecas, sin emoción.

Como película infantil, El Libro de la Vida tiene sus pros y sus contras. Presentan al ciclo de la vida como algo natural, y a la muerte como una transición a otro plano y no como el fin de la existencia. En parte, eso nos dignifica, pues es una interpretación un poco más cercana a la realidad que viven nuestros pueblos. Sin embargo, en la misma medida lo perjudica con elementos que casi nada tienen que ver con nuestras creencias, incluyendo al personaje llamado Xibalba, que en la mitología maya es más bien el inframundo, y no precisamente un dios o un demonio.

Es triste el hecho de que nos siguen representando por medio de clichés, aunque estos mismos tienen un valor narrativo, y han servido a infinidad de obras para contarse y ser contadas (como Grim Fandango, videojuego de la desaparecida LucasArts). De hecho, siento muchas influencias en este apartado, además de la notable película de Roberto Gavaldón, Macario, por ese personaje llamado el Señor de Cera (originalmente llamado Candle Maker) y esas grutas llenas de velas que representan las almas de los vivos.

En El Libro de la Vida, me parece que hay razones suficientes para considerarla una buena animación, con una historia interesante y un buen mensaje final. Sin embargo, muy a pesar del spin-off del «significado» del Día de Muertos  —que se respeta, por ser finalmente un cuento y no un documental—, no escaparon a mi vista los subtítulos que pusieron a las canciones en inglés, en los que más que una traducción nos presentaban literalmente letras inventadas. ¿Se imaginan una canción tan popular como Creep, de Radiohead, con la traducción cambiada? Al principio me dio risa, pero después lo consideré una falta de respeto al público.

Acá va mi primera crítica: ya es mucho el tener que soportar que, de facto, todas las películas infantiles extranjeras lleguen a nuestros cines dobladas por la industria nacional, y que casi ninguna sala presente la versión original (lo que sin duda afecta a los cinéfilos bilingües) como para que ahora nos inventen algo que no dice la letra de una canción. Lo peor de todo es que va dirigido a los niños. A veces, un pequeño error es suficiente para restarle muchos puntos a una buena obra. Sé que la pregunta sonará fuerte, pero me siento en la obligación de formularla: ¿es que acaso nos tratan como idiotas? La reinvención de los subtítulos en unas cuantas canciones me han dejado con la duda: ¿fue esto lo que quiso el director, o fue que la distribuidora se dio permiso de alterar el sentido de una obra? Supongo que como una gran parte del público, no podré salir de dudas hasta no tener acceso a la versión original, lo cual probablemente sucederá hasta que salga la versión en DVD.

Sin embargo, no descalifico por completo la película. Desde el punto de vista de la animación, es un gran trabajo. Nos presentan coloridos típicamente mexicanos, aunque algo exagerados, y que hasta dan la sensación de estar más ligados a la panhispanidad, sobre todo en los vestuarios, que al mexicanismo. ¿Dónde quedaron las raíces prehispánicas? Otro ejemplo: no todos los mexicanos gustan de la fiesta brava (que desde mi punto de vista, ni es brava ni es fiesta, sino una matanza sin sentido), y quiero creer que la mayoría no lo hace —aunque esa es sólo mi esperanza de vivir un México más racional—. Tampoco me imagino un mundo de los muertos tan festivo, pero esa es sólo la visión del guionista que ha querido reflejar la alegría del mexicano incluso después de la vida.

Omitiendo el detalle de los subtítulos cambiados, del doblaje que ¡ya Chole! siempre suena a lo mismo, casi podría asegurar que ha sido la animación que mejor refleja al mexicano, aunque todavía queda mucho por recorrer para obtener una obra infantil que le muestre a los extranjeros cómo realmente somos. Para tales acercamientos, propongo que se inmiscuyan más en las tradiciones del verdadero Día de Muertos, ya sea con la solemnidad con que se trata en el interior, o como la gran festividad que es en nuestra capital. Le doy un siete.