El mayor éxito en las obras cinematográficas de Charles Chaplin no provino del cine mudo, sino del sonoro, una tecnología que había estado evitando por casi una década -tal vez porque veía en la inclusión de habla una ausencia del lenguaje corporal y de técnicas ligadas a la mímica para manifestar las emociones-. Sin embargo, creó un guión que en su momento, y hasta nuestros días, fue una feroz condena a los regímenes totalitarios que restringen y condenan las libertades del hombre: El Gran Dictador. En esta película, Chaplin interpreta a un barbero judío que había perdido la memoria después de participar en la Primera Guerra Mundial, quedando recluido en un hospital militar. También interpreta a Adenoid Hynkel, su parodia a Adolf Hitler.
Han tenido que pasar veinte años para que el barbero regrese a su hogar, aún sin recuperar totalmente la memoria. Sin saber por qué, se encuentra en una ambiente completamente agresivo hacia los judíos. Al tratar de defenderse, casi es ahorcado en público por las fuerzas de asalto que vigilan el ghetto, pero Schultz (Reginald Gardiner), el oficial alemán al que le salva la vida durante la guerra, intercede por él y ordena que nadie de su vecindad sea molestado. Es allí mismo donde conoce a la bella Hannah (Paulette Goddard), quien apenas lo ve llegar, lo defiende y lo frecuenta, dando a entender que pronto nacería el amor entre ellos.
La historia siguiente va de la supuesta relajación de la política antisemita del régimen de Tomania (en realidad, Alemania), en lo que pareciera un radical cambio de postura, con la sola intención de obtener recursos de un banquero judío, hacia una intensificada y virulenta campaña que llevará a Hannah y su familia al exilio en Osterlich (Austria), y al comandante Schultz y al barbero a un campo de concentración.
La película concluye con una muy oportuna fuga, en la que Hynkel es confundido por el barbero judío y llevado al campo de concentración; mientras que Schultz y el barbero se dirigen a Osterlich, en donde son recibidos por las tropas que se encuentran listas para una invasión. Por el gran parecido, el barbero es tomado por Adenoid Hynkel, y después de una veloz toma de territorios, ambos son llevados a un estrado, en donde el supuesto líder deberá dar un discurso inflamatorio proclamándose soberano del mundo. Por supuesto, esto lo aprovecha el barbero, para dar uno de los más grandes discursos en la historia del cine (y pienso yo que lo hace, ya no como su personaje, sino como el ser humano Charles Chaplin).
El Gran Dictador, al ser una película paródica, se encuentra revestida de escenas chuscas en todos sus personajes. Fue escrita cuando Estados Unidos aún no había tomado partido en una guerra que por entonces se consideraba exclusiva del mundo euroasiático. Los sectores más conservadores de aquella nación admiraban secreta y públicamente a Adolf Hitler, cuyo caso más emblemático habrá sido Henry Ford. Juega a ridiculizar a las dictaduras de su tiempo, pero también proclama con una gran seriedad aquello que nos hace humanos y por lo cual deberíamos librarnos de quienes nos alejen de dicha humanidad. A su vez, es una voz de esperanza para los pueblos sometidos (fue prohibida en España durante la dictadura de Francisco Franco).
Pero son muchas cosas las que hacen de ésta, una obra maestra. La personificación, el rediseño del simbolismo nazi y de sus posturas militares, toda la escenografía y la reconstrucción de ambientes y maquinaria y, por supuesto, cada uno de los papeles de los actores, que no por no mencionarlos, dejaron de tener alguna importancia. Todo juega a la perfección, y ese discurso tan emblemático, no puede sino colocarle la cereza al pastel. En mi opinión, es la mejor película de Chaplin. Si hubiera que calificarla, sin duda le daría un diez.