El nuevo nuevo Testamento nos cuenta una historia alternativa muy particular. No se trata de una reinterpretación del Nuevo Testamento basándose en libros apócrifos, sino en una ficción jocosa y muy bien elaborada, en donde Dios existe y vive en Bruselas. Bajo la dirección de Jaco Van Dormael (Kiss & Cry, Las vidas posibles de Mr. Nobody, El octavo día) y un guión muy fuera de lo ordinario de Thomas Gunzig y Jaco Van Dormael, se desarrolla una trama divertida y socarrona que también nos ofrece momentos de reflexión, cargados de mucho sentimiento.

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Como ya lo he dicho, Dios (Benoît Poelvoorde) vive en Bruselas, y al contrario de la imagen que nos muestra el cristianismo, es un ser enfermo, violento, pedante e irónico. Vaya, un verdadero patán que, sin embargo, tiene una familia. Como era de esperarse de un personaje de este tipo, aprovecha cualquier oportunidad para gritar a su mujer (Yolande Moreau) y a su hija, Ea (Pili Groyne). En casa sólo pueden verse los canales deportivos, y está prohibido hablar acerca de su otro hijo, J.C. (David Murgia), de quien está profundamente decepcionado -a pesar de haber muerto mucho tiempo atrás, crucificado-. Su tarea más preciada es sentarse enfrente de la computadora de su oficina, con la que puede manipular el destino de todos los seres humanos, a quienes creó para matar el aburrimiento. Su última idea maravillosa fue escribir la Ley del Incordio Universal.

Es justamente en un descanso que se toma Dios, que Ea se cuela a su oficina y se da cuenta del tipo que tiene como padre, capaz de causar los peores males a la humanidad. Una vez que Dios se entera, la chica recibe castigo físico -como era de esperarse-, pero decide vengarse. La veremos platicar con una figura de J.C. (a esta altura ya deben saber de quien se trata), y ambos planean una forma de darle a papá una sopa de su propio chocolate. Viendo como el mundo vive a una esperanza vana, envía a cada uno de los seres humanos su fecha de muerte, y se fuga de la casa, cosa que no había ocurrido jamás. Su tarea ahora será encontrar seis apóstoles entre los hombres para completar los 18, un número que será esencial en el final de esta alocada historia alternativa.

Catherine Deneuve invites a gorilla into her boudoir in The Brand New Testament

El nuevo nuevo Testamento es una cinta muy completa, en la cual tendremos momentos que despertarán muchas y variadas emociones. Sí, tendremos escenas hilarantes en las que nos será imposible no soltar una carcajada, sobre todo por lo que debe pasar Dios cuando va en busca de su hija para que arregle lo que ha estropeado, pero también tendremos momentos muy sentimentales, en donde nos llegará al corazón por lo que pasan los nuevos apóstoles antes y después de ser tocados por la gracia de Ea -tal vez, una referencia al dios sumerio Enki-, quien tiene la particularidad de escuchar la música del corazón de las personas y otorgarles sueños lúcidos. Por este tipo de cambios pasan François (François Damiens), Aurélie (Laura Verlinden), Marc (Serge Larivière), Jean-Claude (Didier De Neck), Victor (Marco Lorenzini) y Willy (Romain Gelin), de los cuales conoceremos sus historias y la forma en la que están tomando el haber tomado consciencia de su propia muerte.

Lo primero que hay que aplaudir es el excelente guión y la dirección. Hacía mucho tiempo que no veía una cinta tan original. Aplaudo a los escritores Thomas Gunzig y Jaco Van Dormael, a quienes no les ha temblado la mano al proponer algo tan blasfemo como la reconstrucción de ese personaje que tantas religiones adoran, y que aquí es sobajado al nivel de un ser humano con sus múltiples defectos -muchos de ellos-, que además ha estado manipulando a su creación y que, en sí mismo, encarna al demiurgo del gnosticismo, aunque con un twist moderno y muy ad hoc con nuestra realidad actual. La selección musical, por otra parte, es brillante. Cada una de las piezas se justifican gracias a su relación con los apóstoles y la forma en que solucionan el dilema de sus vidas.

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En cuanto a la actuación, algunos personajes resultaron más beneficiados que otros. Laura Verlinden hace un excelente papel como Aurélie, una chica conflictuada que es amada y deseada por muchos, pero que vive con una discapacidad. De ella vemos una de las escenas más hermosas en el filme, y por la que, en mi opinión, ya vale la pena verla en el cine. Didier De Neck también tiene un papelazo, que se diluye un poco en la trama porque se convierte en un personaje de dos extremos (inicio del medio e inicio del desenlace). El mejor papel no humano lo tiene el gorila, que sin duda debe ser generado por CGI, porque de haber sido un gorila real ¡hay que darle un Óscar ya! Y finalmente, los papeles de Ea y Dios, interpretados por Pili Groyne y Benoît Poelvoorde, respectivamente, en donde ella nos enseña a ver el mundo con los ojos de una niña que desea creer que hay una forma de hacerlo mejor que su padre, y él ejecuta a Dios impío muy veraz, un ser que terminamos odiando y detestando, y a la vez, alegrándonos de cada una de las cosas malas que le ocurren por haber jugado con nosotros de esa forma tan cruel. Los demás hacen un trabajo justo y ninguno cae de forma alguna en la mediocridad.

Vale la pena mencionar que en el guión hay cosas inverosímiles que posiblemente pudieron maquillarse un poco, no tanto en el desenlace, en donde me pareció más bien una forma alocadamente brillante de ponerle punto final, sino más bien en el principio y en el medio, con situaciones que nos dejaban con cara de «what?». Como sea, es una buena cinta y una de las mejores opciones actualmente en cartelera que les recomiendo, siempre que sean de amplio criterio.

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