Una de las películas que generó cierto interés durante esta época del año, que es de promover buenas cintas en la búsqueda por los Premios Oscar fue Wonderstruck: El Museo de las Maravillas.

De entrada la cinta está basada en una exitosa novela escrita por Brain Selnick, el mismo que escribió La Invención de Hugo Cabret, que fue llevada magistralmente por Martin Scorcese. De ahí agregamos al director Todd Haynes (Carol) y un elenco compuesto por Oakes Fegley (Mi Amigo el Dragón), Millicent Simmonds y Jaden Michael además de actuaciones especiales de Michelle Williams (El Gran Showman) y Julianne Moore (Siempre Alice).

La película nos cuenta como dos niños de dos distintas épocas se encaminan a Nueva York en una búsqueda. Rose, una joven sordomuda, busca a la talentosa actriz de cine mudo Lillian Mayhew en plena década de los veinte, mientras Ben, un niño de la década de los setenta que perdió recientemente a su madre y, en un extraño accidente, la capacidad de oír, se lanza a buscar a su padre. Pronto encontraremos en esta búsqueda más coincidencias que la falta de audición.

 

Rose, una niña dispuesta a encontrar a una famosa actriz pese a su discapacidad en los veinte.

Hay algo que suele ocurrir cuando se adaptan libros infantiles al cine y es la forma cómo el director intenta conseguir una historia que sepa realmente retratar lo leído en un libro infantil, no solo por el texto sino porque estos libros suelen estar acompañados de ilustraciones. Cuando Scorcese retrató a Hugo y sus aventuras, no solo logró llevar al celuloide las hermosas ilustraciones del filme sino que la completó con un hermoso homenaje al cine fantástico.

Y si bien, Wonderstruck es un intento de Haynes para avanzar en el tiempo y ofrecer un homenaje al cine mudo, algo no hace click, y es el hecho de que le lleva demasiado tiempo darle avance a la trama en una historia donde intenta contar dos historias simultáneas que debe tener muchas conexiones. Si, puede ser que Wonderstruck sea una novela agradable a la vista para chicos y grandes y en la forma de llevar el libro al celuloide es en donde empiezan los problemas.

Las tomas que ocurren durante los eventos en los setenta tratan de ser similares a los filmes de la época, con esos tonos de oscuridad que eran tan comunes en esas producciones que tenían un presupuesto un tanto bajo y, si a eso sumamos la incompetencia del empleado que le dio flojera ajustar un poco el brillo en la pantalla, las escenas fueron un tanto difíciles de atrapar, lo cual hizo que varias veces tuviera que suspirar esperando que avanzara la historia y se perdieran varios detalles.

 

Ben busca a su padre en la sombría Nueva York de los setenta.

Es en contraste a la fotografía que vemos en la producción cuando se va a la década de los veinte, una fotografía clara y con los efectos propios de las cintas de la época donde incluso vemos el extraño recurso de los fondos luminosos para retratar a Nueva York de noche y algunos momentos donde está claro que usaron por momentos efectos por computadora o tomas viejas de la ciudad para poder retratarla casi a la perfección.

Cada parte de la historia se produce de manera distinta, de ahí tenemos que la historia de Rose es una auténtica cinta muda, la cual tiene una banda sonora inspirada en la música que se tocaba en vivo en las películas mudas, reminiscencia de esas canciones que tocaban en las cintas de Charles Chaplin o Buster Keaton, con efectos de sonido adecuados para darle fuerza a la actitud de personajes que no gritan sin ser oídos, de ver letreros forzados para entender las intenciones de los personajes y situaciones en las que Haynes intenta jugar con las tramas de suspenso del cine de los veinte.

En cambio, la fotografía oscura de la trama de Ben nos hace también disfrutar de una banda sonora que tiene a David Bowie, Sweet  o Deodato, rondando entre el rock, el funk y la música disco. De diálogos ocasionales, especialmente al inicio de la película y cuando Ben encuentra a un amigo conveniente en la ciudad, de una Nueva York retratada por la inseguridad en sus calles setenteras aderezadas de pantalones acampanados, peinados afro y prostitutas y delincuentes deambulando por sus calles. Está claro que Haynes quería también dar su breve homenaje a esas cintas cortas que veíamos en la televisión cuando pasaban la serie Disneylandia en la televisión.

 

La ambientación de la historia de Rose es similar a una cinta muda, hermosamente decorada y con una gran banda sonora.

El gran problema es  el desarrollo tan detallado de una historia y la otra se pierde por dos razones, una es que la cinta se siente tremendamente lenta, y prácticamente por un buen rato no sabemos a dónde llevará la búsqueda (aunque ya parece más leído y cantado el final, sentimos que, faltando 25 minutos para que acabe, no hay algo definido) y de pronto ocurre una escena y se resuelve todo, incluyendo una escena bastante creativa con maquetas, que, tristemente también es la perdición de la película.

Si, ahí es en donde la producción debería haberse cuestionado, ¿era necesario contar toda la historia muda e intentarla conectar todo el rato con la historia setentera para que en cinco minutos te expliquen todo con monitos y maquetas y le den conexiones casi a la fuerza? Si, es probable que ustedes puedan empezar la cinta, dejar avanzar la trama veinte minutos, salir a atender un asunto por una hora y regresar para ver el final y… sentir que no se perdieron mucho, por no decir nada.

Y hay inconsistencias, es difícil hacer entender en una cinta que, si bien tiende a ser algo fantástica, tiene tantos tonos de realidad que hace que hasta un adulto cuestione muchos detalles de la cinta y de por qué tiene que haber música en una cinta muda si Rose es completamente sorda (ya no se diga de la forma tan fantástica en la que Ben queda sordo). Si, ahí es en donde vemos que en una historia de fantasía no es bueno meter tantos elementos reales y que hacen que se pierda el encanto de la película.

 

El retrato sombrío de los setenta podría obligar a que le suban el brillo a la pantalla.

En serio, si el director no se hubiera preocupado tanto por los detalles de la historia, quizá hubiera durado la cinta menos y le hubiéramos perdonado las inconsistencias de continuidad y digerido más la fantasía fílmica que se propuso y que termina siendo mal ejecutada.

De ahí también tenemos que las actuaciones no ayudan mucho, Oakes Fegley es el más consistente de los niños protagonistas, aunque en ratos si se siente que se pierde mucho en su personaje, sobretodo cuando responde preguntas a su amigo instintivamente olvidando que está interpretando a alguien con sordera. Millicent Simmonds, una actriz que tiene sordera natural, se ve que también sufre un poco al ejecutar a su personaje, se ve claro que en momentos intenta responder por instinto algunos detalles (en momentos casi responde por señas a las preguntas de los otros personajes, cuando su personaje evidentemente no debe saberlo) y si bien esto le da un toque extra de inocencia a su personaje, termina quedando mucho a deber.

Ahí se complementan las actuaciones, una un tanto breve de Michelle Williams que incluye un breve homenaje a David Bowie en el fondo y otra, doblemente breve, deJulianne Moore, cuyos personajes saben complementarse bien con la trama.

 

La trama sufre por aterrizar, de paso, un homenaje a los museos.

La banda sonora, compuesta por Carter Burwell, es uno de los mejores momentos de la película, especialmente en la parte de Rose que es un homenaje a esas canciones improvisadas que se tocaban en la era del cine mudo. Burwell por otro lado decide jugar con las notas funk de Así Hablaba Zarathustra de Deodato para darnos un buen trabajo para ambientar las aventuras de Ben en Nueva York.

Si, la fotografía de Edward Lachman pudo haber sido mejor, e insisto, la calidad de la filmación en los setenta es lo que hace que la cinta se pierda bastante y termine provocando esos problemas para apreciar la cinta.

En conclusión, Wonderstruck es una historia que se pierde en los detalles en un desesperado intento de contar dos historias al mismo tiempo con dos tipos distintos de filmación y, encima de todo, una cinta que se ve distinta a la maravilla que propone el tráiler. Un experimento que termina dejando una de las primeras decepciones que tenemos en este naciente 2018. Considérenla como una tercera o cuarta opción en el cine.

 

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