A veces dramatizar un evento aislado en medio de un momento histórico puede ser un trabajo crítico, más cuando uno de los temas más sensibles en la historia del Reino Unido, el conflicto religioso que existió en Irlanda del Norte, que llevó a sangrientas intervenciones del gobierno británico y a ataques terroristas del Ejército Republicano Irlandés, de pronto llegaba a un punto donde se podía dar una solución pacífica.

Es entonces cuando, orientado  por un guion de Colin Baterman, el director Nick Hamm (Killing Bono) dirige esta historia donde tenemos a un irreconocible Timothy Spall (si, el mismísimo «Colagusano» de Harry Potter) interpretando al líder del Partido Unionista Demócrata, el Reverendo Ian Paisley, Colm Meaney (Star Trek) como el líder del Sinn Fein, Martin McGuinness, además de Freddie Highmore (Bates Motel), el fallecido John Hurt (Alien: El Octavo Pasajero) y Toby Stephens (007: Otro Día Para Morir) entre otros actores.

 

A la izquierda los protagonistas en la vida real, a la derecha sus intérpretes.

Durante las negociaciones para conseguir la paz en Irlanda del Norte, un incidente se desata, el clima impide los vuelos desde Glasgow, así que deciden llevar al Reverendo Paisley en auto hacia Edinburgo, pero con un detalle adicional: Martin McGuinness, su más odiado enemigo, deberá acompañarlo en el camino para tomar el vuelo a Belfast. ¿Podrá este movimiento, en realidad un ardid del gobierno británico, ser un aliciente para resolver las diferencias que tienen ambos hombres y garantizar la paz en el Ulster?

Como lo plantea la cinta, solo tenemos dos personajes principales, algunos secundarios y un auto, de ahí uno podría temer una cinta que amenaza ser monótona, seguramente de dos hombres que, en algún momento, terminarán negociando los acuerdos de paz mientras discuten de política.

Pero no tenemos solo a dos políticos, sino a dos humanos, cada uno con sus virtudes y defectos, de modo, que vemos tras bambalinas a otros dos personajes que ayudarán a gobernar un poco la trama, de un lado el simpático chofer que intenta romper el hielo, un Freddie Highmore que luce inocente y firme en las órdenes que recibe para tratar de hacer el viaje lo más provechoso posible por el bien de Irlanda del Norte, lejano del perverso papel que tuvo en Bates Motel y, del otro lado, una de las últimas interpretaciones de John Hurt, quien en algún momento hará sentir emocionados a los asistentes con el discurso con el que alienta al personaje de Highmore de continuar con el plan definido.

 

Un viaje tenso que podría revivir un conflicto viejo… ¡hasta por un teléfono!

De hecho, estos movimientos tras bambalinas, unos giros forzados que tiene la trama, permiten que no nos aburramos viendo a dos personajes discutiendo monótonamente en un carro, permite que se tomen una pausa, que tengan la oportunidad de pasar un bosque, de retarse mutuamente a mostrar esos detalles que los hicieron tan conocidos (uno, su capacidad retórica, el otro, su capacidad asesina) y empiecen pronto a develar también sus debilidades, mismas que han motivado en ellos intentar cambios que puedan resolver el conflicto que tienen detrás.

Pero no es sencillo, son personajes complejos en la forma en que fueron definidos, y de ahí que, donde la cinta peligra por lo simple de su guion con giros que hasta se apetecen predecibles, son rescatados por las actuaciones de Timothy Spall, quien, fuertemente cargado en maquillaje para lucir 20 años más viejo, con una dentadura gastada y gestos forzados, logra regalarnos a un reverendo Paisley quien está firme en sus ideales políticos y religiosos, que regala excelentes momentos actorales, especialmente una escena en una gasolinería, donde su ronca voz funciona para aterrorizar a un empleado aferrado a no ayudar y que hace bastante creíble la sensación de que tenemos enfrente al severo y firme Paisley.

En contraste tenemos a un paranoico, pero consistente Colm Meaney, quien casi invocando un estilo actoral al que tenían los personajes de Gene Hackman, logra un convincente Martin McGuinness, uno que trata de romper el hielo, que busca «picar las costillas» de su enemigo para poder hacerlo hablar, que de una manera u otra trata de convencerlo que su estatus anterior de terrorista es inexistente ahora, que está dispuesto a negociar, pero tampoco está dispuesto a ceder aquello que lo ha llevado tan lejos. Quizá por momentos abajo del nivel que tiene Spall durante la cinta, aún así un personaje que jamás rompe el ritmo y que, gracias a los flashbacks, entendemos más de este personaje.

 

Los dos rivales prueban sus mutuas razones para odiarse.

Ciertamente, el trasfondo de los dos personajes sería difícil de entender si no tenemos a la mano un libro o sitio que nos contara todo sobre el conflicto que hubo en Irlanda del Norte, pero la producción es efectiva en darnos un buen trasfondo, el cual nos da detalles, algunos mencionados, otros ilustrados sobre eventos infames como el atentado del Día de los Veteranos o el Domingo Sangriento, eventos que fueron marcando con rojo el conflicto religioso de ese país y que ayudan a entender la psique en los dos personajes.

Salvo los personajes  de Highmore y de Hurt, el resto del elenco se basa en personajes reales como un desesperado Toby Stephens quien interpreta a Tony Blair, así también vemos representaciones de personalidades de esta negociación como Gerry Adams o Ian Paisley Jr.

En cuanto a la producción, ésta no es  exigente, las tomas en las carreteras son bastante buenas y realmente se siente agradable andar en una carretera tan hermosa; y la selección de algunas locaciones son impresionantes como el bosque y el templo abandonado, de ahí en demás la cámara hace un buen trabajo la mayor parte de las veces e incluso ayuda un poco a dar credibilidad a las escenas dentro del auto, que, como saben, si son un tanto difíciles de ambientar.

 

Y en un cementerio, la paz de Irlanda del Norte pende de un hilo.

La banda sonora, ayuda a mantener al espectador atento, y salvo un buen bocinazo dado a propósito, la música mantiene  ese ambiente pacífico y tenso de la historia y hasta ayuda a conmover un poco a los asistentes en los momentos más emotivos de la cinta. Además es linda la canción que se oye en los créditos.

Quizá, Un Viaje por la Paz no es del tipo de cintas que atraen a grandes audiencias, tampoco es un documento histórico como tal (seguramente Paisley y McGuinness, allá en el cielo irlandés, estarán riéndose de esta dramatización), pero sabe mantenernos entretenidos y lo que amenazaba como una aburrida discusión política entre dos adversarios mortales se convierte en un emotivo duelo entre ellos que si se apetece ver en las salas de cine.

 

 [marstheme_review post_id=»141890″]