Hace poco reseñamos la película con la que el director Pablo Larraín se presentó en Hollywood, Jackie, la cual le dio tres nominaciones al Oscar, pero no pudo obtener la nominación a Mejor Dirección. Mejor suerte tuvo con su cinta Neruda, que, para muchos, era la mejor opción que Latinoamérica tenía para competir por el Premio a Mejor Cinta en Lengua Extranjera, muestra de ello su nominación al Globo de Oro en la misma categoría y el premio Fenix a Mejor Película Latinoamericana.

Esta producción que tuvo capitales chileno, argentino, español y francés, cuenta con las actuaciones de los actores que protagonizaron la anterior producción de LarraínNo, que fueron Luis Gnecco, Alfredo Castro y Gael García Bernal, así como la actriz argentina Mercedes Morán (Diarios de Motocicleta) y el español Pablo Derqui.

Años después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno chileno nota que la presión política del Partido Comunista ha tocado límites peligrosos y decide perseguir a sus principales cabecillas, uno de ellos es el poeta Pablo Neruda, quien pronto se verá envuelto en una persecución de gato y ratón con un comisario de la policía chilena que se convierte de pronto en una búsqueda poética y obsesiva.

Extravagante, irreverente y defensor de sus ideales políticos es lo que retrata Larraín de Neruda.

Hay algo en el guion que cuesta trabajo aterrizar, está claro que la película que estamos revisando tiene elementos reales, como el hecho de que Neruda, en efecto, tuvo que huir del país y se tuvo que refugiar en diferentes países como España, Francia y hasta México; pero es difícil aceptar que la forma en que se narra la manera en que Neruda es perseguido, y no tanto porque veamos una persecución brutal o violenta como la que estaban sufriendo miles de chilenos en ese momento, sino por el hecho de que el trazo de la historia busque un trazo poético, pero también en ratos hasta un poco masoquista.

La historia real nos cuenta que Neruda se tuvo que refugiar en varias casas y que la policía fue incapaz de atraparlo en todo ese tiempo, pero el personaje que interpreta Gael García Bernal, un policía que va contando en primera persona todos los detalles de esta singular aventura que se torna un toma y daca donde de pronto vemos cómo Neruda evita ser atrapado por la policía por situaciones un tanto absurdas, hacen que de pronto la cinta pierda toda la seriedad y la presunta solemnidad poética que busca Larraín se torne a veces en eventos ridículos y hasta vulgares.

No podemos evitar el hecho de poder escuchar fragmentos de varias poesías de Neruda en el camino o la forma en que Neruda va dejando «pistas literarias» a su presunto perseguidor que nos permiten de pronto admirar un poco la capacidad poética del bardo chileno que se hace aún más evidente con la actuación desenfadada y un tanto irreverente de Pablo Gnecco quien no duda en dar un retrato del personaje, que de pronto amenaza con ser muy paralelo al retrato que Natalie Portman hizo de Jackie Kennedy en su cinta.

Gael García Bernal interpreta a un policía obsesionado con resaltar por ser quien capturó a Neruda

Pues como Jackie, que buscaba cerrar con broche de oro su relación con Kennedy con un espectacular desfile en su funeral; Neruda es un personaje que de pronto convierte en una novela policiaca la persecución que le hace el gobierno, la cual se vuelve de pronto el guion de esta historia, de un personaje que pudo haberse escondido sin dejar que el gobierno lo encontrara pero que de pronto decidía arriesgar el físico para poder satisfacer sus necesidades de placer mundano echando a perder cualquier plan creado por su partido, buscando hacer que su historia fuera más grande, más dramática, más obsesiva.

Y de ahí tenemos también cómo Larraín, haciendo uso de las tomas múltiples, convierte dos o tres escenas distintas en un diálogo que toma sentido de esa discontinuidad que intenta toma tras toma, como si la conversación tomara diferentes tiempos y lugares, logrando un trabajo de edición que resulta formidable, pero también complicado de entender, algo que logró mejor con Jackie, en el aspecto de que no se notó esa revolución tan forzada pues, más que abarcar un diálogo, dicha revolución abarcaba toda la cinta en sí.

Vemos un trabajo de cámara que en ratos resulta soberbio, con encantadores paisajes de los Andes chilenos, con oscuros pero cálidos tonos en los prostíbulos que frecuentaba el vate chileno o la extraña calma de alguno de los hogares donde se refugiaban Neruda y su esposa, esa calma que se torna de pronto en paranoia, que invita al espectador a fugarse con el escritor sin importar si ponen en peligro su seguridad. Una cosa es cierta, vemos cierta obsesión de Larraín por usar recursos del pasado cinematográfico la mostrar las escenas de carretera con ese estilo de montaje antiguo de mover imágenes alrededor del conductor, aunque en ratos la fórmula luce avejentada y hasta mal elaborada.

Aún con algunos problemas de caracterización la pareja de Gnecco y Morán tienen buenos momentos de química en pantalla.

Y es entonces cuando vemos el punto más débil de la trama: el antagonista que interpreta Gael García Bernal, y no estamos hablando de que el actor tapatío haya hecho una mala actuación, pues les aseguro que con Larraín, Gael ha logrado dominar un acento completamente distinto al que lo hizo famoso como «charolastra», de hecho como narrador de la trama y principal villano, notamos en García Bernal una actuación notable, aunque con un villano que, conforme lo vamos desenredando parece más un amante obsesivo que un policía dispuesto a cumplir con su trabajo.

De ahí tenemos al protagonista, Gnecco, que, al interpretar a Neruda con esa voz, ya tenía más que asegurada la mitad de la atención de la audiencia en la cinta, ya fuera recitando sus poesías más conocidas o gritando consignas en el Congreso, una actuación bastante firme que logra permitirle a Gnecco mantener la película sin ningún problema.

También resalto la actuación de Mercedes Morán como la segunda esposa de Neruda, que hace notar que, literalmente, le aguanto todo a su esposo, Morán arriesga mucho en cada escena y, sin duda, una escena clave con García Bernal logra resaltar la forma en que, sin salirse del sentimiento base de la escena, nos deja con uno de los mejores momentos de la película.

Uno de los detalles negativos corre a cargo de la producción que olvida por completo un detalle importante en dos escenas, una más larga que la otra, respecto a un evento internacional que ocurre en París durante la cinta, pues, resulta que todos los diálogos en esa escena son en francés y no hay subtítulos que nos indiquen que están diciendo los personajes, algo que es molesto para la audiencia.

No es tampoco tan subrayable la banda sonora de Federico Jusid que se sostiene en los sonidos locales para darle el ambiente de época a la producción chilena y sólo en las escenas finales realmente vemos el esfuerzo por aumentar el dramatismo de esos momentos.

Neruda es una apuesta complicada de Larraín por convertir un hecho histórico en un paseo poético, en una novela policíaca donde la persecución del policía y del delincuente está presente, pero con momentos que hacen pensar que el delincuente parece perseguir al policía que, atrapado en su obsesión de resaltar por su captura, se queda atrapado en sus propios sueños.  No es una cinta para todo público, seguramente habrá otra opción en taquilla si buscas algo más violento o con una trayectoria más recta.

Agradecemos a Cinépolis Distribución y a Agencia de Soluciones la invitación a la premier de la cinta.

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