Titulada originalmente The VVitch -con dos V para remarcar su aspecto histórico-, La Bruja es la última cinta en cartelera que trata el tema de la brujería, pero desde un punto de vista muy distinto a lo que nos ha mostrado Hollywood con cintas como Las brujas de Eastwick, Las Brujas, Temporada de brujas y Jóvenes brujas -por mencionar algunas-, y mucho más cercano a Häxan, titulada en español La brujería a través de los tiempos, un documental de los años 20 que intentó recrear lo que Benjamin Christensen -su director, guionista y productor- interpretó en el libro Malleus Maleficarum, que servía de guía a los inquisidores. Y digo que es mucho más cercano porque, aunque la cinta no cuenta con un narrador que nos comente lo que vemos en pantalla, sigue la misma pauta que en su momento sirvió a Christensen: la documentación (en este caso, obtener toda la información basada en el folclore de la Nueva Inglaterra del siglo XVI. Nos llega de mano y dirección de Robert Eggers (El Corazón Delator), ambientado musicalmente por Mark Korven. Pero entremos en materia. Esta es mi reseña de La Bruja.

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Una familia de cristianos puritanos intenta hacer su vida en los desolados páramos de una Nueva Inglaterra aún inexplorada.
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«¡Booo! ¡Aquí ‘ta!» Eh, no, no está…

Una familia de cristianos puritanos, formada por William (Ralph Ineson) y Katherine (Kate Dickie), y sus hijos Thomasin (Anya Taylor-Joy), Caleb (Harvey Scrimshaw), Mercy (Ellie Grainger) y Jonas (Lucas Dawson), se ven obligados a abandonar el poblado por sus diferencias de fe con las iglesias mayoritarias -bautistas y anglicanos, supongo-. Encuentran un remanso de paz muy cerca de un bosque y se establecen. Parece que el cielo los bendice…

Tiempo después nace un pequeño al que nombran Samuel (Axtun Henry Dube/Athan Conrad Dube). Thomasin es encargada de su cuidado y otras labores de la casa. En una ocasión, estando muy cerca del bosque, comienza a jugar con el bebé, pero este desaparece en menos de dos segundos sin dejar rastro alguno. Desde este punto en la historia, comienza a ocurrirles cosas muy extrañas, iniciando por lo más inocentes.

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Víctima de las extrañas acusaciones de los gemelos, sólo defendida por Caleb, Thomasin intentará reponerse de la pérdida del bebé.

La Bruja ha sido catalogada como una cinta de terror, y quizás lo sea. Dentro de este basto género, hay lugar para un montón de formas de expresión, contando desde las cintas tipo el falso documental (que algo coge del found footage), el slasher, el gore, el survival y más. Y ahí, en un rinconcito, están las cintas que se acercan más al suspenso, pero que tienen un toque de miedo, de morbo, de sangre y posesiones. No se trata de un subgénero per se, sino de un estilo que no pretende que los espectadores se agiten y algunos salgan huyendo de la sala por lo nervios -yo lo he hecho-, sino que más bien desea atraparlos y no dejarlos ir para oprimirles el corazón y entregarles algo auténtico que puedan recordar por mucho tiempo. Eso es La Bruja, una película memorable, sin demasiados sustos pero con mucha trama.

Brilla en varios puntos, principalmente en la reproducción del folclore de la Nueva Inglaterra del siglo XVI. De esto son responsables Linda Muir, por vestuario, Mary Kirkland, por decoración, y los varios especialistas de maquillaje. Pero el talento actoral no se queda atrás, destacando los jóvenes actores Anya Taylor-Joy, que interpreta a una cándida adolescente que se ve inmersa en situaciones que no entiende y que no puede controlar -casi todo el tiempo vivimos esta historia a través de sus ojos-, Harvey Scrimshaw, un niño que comienza a despertar a la adolescencia, al deseo y, por ende, a sus emociones, y Ellie Grainger que hace a la hermana más pequeña, una de las primeras víctimas de lo que ocurre y proviene del bosque. Ralph Ineson hace un buen trabajo al mostrarnos al padre de familia creyente y temeroso de Dios, y su esposa, interpretada por Kate Dickie, hace igualmente un buen trabajo como la madre doliente. Los arreglos musicales fueron los adecuados, en ocasiones sombríos, tétricos y, otras veces, desesperanzadores.

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La cinta contiene escenas bastante fuertes, algunas sugeridas y otras un poco más gráficas. Sin embargo, a no ser por un par de desnudos frontales, considero que es apta para adolescentes y adultos.
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Welcome to the party!

Mirándola en profundidad, se notan varias influencias. Sin duda, el director tomó en cuenta todos los mitos que existen sobre las brujas y los concilios que sucedían en Massachusetts y varias escenas se sienten profundamente coloniales gracias a la gran labor que hicieron en la caracterización. Me recordó en varias ocasiones a las pinturas de George Henry Boughton, Luis Ricardo Falero y Francisco de Goya. El talento en la dirección de arte, Andrea Kristof, llevado de la mano con la excelente fotografía de Jarin Blaschke que se luce desde el momento en que vimos ese interesante tráiler hace algunos meses, y que no defrauda.

Robert Eggers hace un buen trabajo como director y guionista, aunque en esto último pudiera haber elaborado aún más. El ritmo es algo deficiente, aunque el hilo conductor siempre está presente. El nudo, por lo tanto, se siente innecesariamente lento, cosa extraña para una película de una hora y media.  La historia inicia con un ritmo veloz y sólo hace pausa hasta el momento de la desaparición de Samuel. [spoiler]Lo único que no se desarrolla con profundidad es el desenlace, por las razones que tuviera la protagonista para tomar esa decisión que culminará con una de las escenas mejor logradas de brujas de toda la historia del cine.[/spoiler]

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