Ben-Hur es la más reciente adaptación del libro Ben-Hur: A Tale of the Christ, del escritor Lewis Wallace, publicada por primera vez el 12 de noviembre de 1880. Así es, es una adaptación y no un remake. Pero nos han llegado tantos filmes “re-hechos” últimamente y la adaptación de 1959 es uno de los filmes más icónicos del séptimo arte, que es imposible no hacer comparaciones. Sin embargo, habrá que recordar, que esta cinta es la quinta adaptación cinematográfica de esta historia, las dos más importantes son las dirigidas por Fred Niblo en 1925 (cinta muda) y William Wyler en 1959. Por lo cual sería equivocado juzgarla bajo los ojos de un remake. Hablamos de una diferencia de 57 años entre la adaptación de Wyler y la actual dirigida por Timur Bekmambetov. Quien bien quizá no ha sido el director de obras tan atinadas como Abraham Lincoln: Cazador de vampiros o Se Busca con Angelina Jolie, pero ha sabido experimentar con filmes como Hardcore Henry o la animación titulada 9.

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Las películas están hechas en periodos tan distintos, no solo con metodologías de realización distintas, sino con recursos, producciones y hasta para públicos completamente diferentes. Y si, jamás olvidaremos a aquel Ben-Hur de Charlton Heston, porque no solo fue la película más costosa de su época, con 200 camellos, 2 mil 500 caballos, 10 mil extras, venerada en los Óscares, parte de la historia misma del cine, pero una película de casi 4 horas de duración. Eras completamente distintas.

Como bien apuntó Timur en una entrevista “La historia de Ben-Hur me recuerda a ‘Romeo y Julieta’, ‘Hamlet’… son atemporales”. La obra relata la historia del joven Judah Ben-Hur y sus peripecias en un mundo en que se gesta una nueva fe.

En esta ocasión Judah, es interpretado por el actor Jack Huston, un príncipe judío que es acusado equivocadamente, por su propio hermano adoptivo Messala Severus (Toby Kebbell), de intentar asesinar a Poncio Pilato (Pilou Asbæk) en su paso por Judea.

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El poderío romano es tal que, aún de alta influencia, la vida entera del príncipe es destruida. Su hogar arremetido por los soldados, su familia sentenciada a la crucifixión, y condenado a la esclavitud extrema del yugo romano.

Las locaciones son enigmáticas, no ostentosas, pero sí de impacto, como la ciudad de Judea -una metrópoli en la montaña a la orilla del vacío-. Y es que en esta adaptación sabiamente no apostaron a la majestuosidad de la versión del 59, puesto que hubiera sido imposible y un suicidio gráfico, pero si apostaron por el realismo de la historia.

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Un factor muy importante en la vida de Judah, son los encuentros que tiene con un carpintero local que inicia propaganda de amor y paz entre la humanidad, Jesús de Nazaret (interpretado por Rodrigo Santoro), y es en este personaje donde también vemos este aspecto de realismo. Es muy difícil decir que Rodrigo es el mejor Jesús de la historia después de centenares de interpretaciones, pero al menos uno muy creíble. Lo vemos en el arte de la carpintería, sangrar al tratar de defender una lapidación, y un diálogo trascendental e histórico, al oírlo nombrar al Torá como ejemplo de sus enseñanzas. Muy lejos de aquel “Jesusito” rubio, bien peinadito, sin una sola mancha y sin rostro por ser un ser “intocable” de la versión anterior.

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Judah vive por años una cruel vida, puesto en una posición injusta, que aún como espectador te llena de impotencia, de cólera y de no comprender cómo en segundos se puede perder todo en la vida. Es precisamente estos sentimientos los que impulsan la necesidad de sobrevivencia de este joven, falta de comida, latigazos y abusos llenan aquel aire de nobleza en odio.

Pero la vida tiene más para Judah, la oportunidad de varar en una costa, encontrarse con mercaderes, cuyo líder es Ilderim (Morgan Freeman), quien termina entrenándolo para correr sus caballos en una contienda en el pleno corazón de los festejos romanos. La carrera de cuadrigas es el momento cúspide de la narrativa, donde se pone a prueba la destreza y fortaleza de Judah, junto con la oportunidad de venganza y reivindicación contra Messala y aquellos que le hicieron la vida imposible.

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Mucho del esfuerzo de la producción fue entregarnos una escena digna de esta carrera. Es quizá un pináculo del séptimo arte.  Y creo que donde el realismo da en la nota correcta para no tratar de igualar o imitar. Nuevamente, no estamos ante esa escena ostentosa de proporciones épicas, bañada de oro y donde todo debe “verse bonito”. Sino una escena de acción, ruda, fuerte, de velocidad y peligrosidad extrema. Una pelea cuerpo a cuerpo donde, sin revelar su resultado, vemos que cada cosa que pasó en la vida de Judah lo preparó para ese momento.

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Complementan el cast: Nazanin Boniadi (Esther), Ayelet Zurer (Naomi Ben-Hur), Sofia Black-D’Elia (Tirzah Ben-Hur), Moises Arias (Dismas), James Cosmo (Quintus), entre otros.

La música para la película es creada por Marco Beltrami y acompaña muy bien como complemento al filme. El único detalle que no comprendí de estos 124 minutos de producción fue el permitir cerrar con una canción muy desatinada, al estilo hispter-cristiano y no permitir cerrar con otra pieza de Beltrami.

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Para cerrar, es imposible no hacer comparativas, que si esta toma se parece a un videojuego de primera persona, que si esta otra a los vestuarios de La Pasión de Cristo, que si las naves a Troya, la carrera a Episodio 1, etc. etc. etc. Pero en lugar de comparativas lo cierto es que esta cinta, como se dice en inglés, sabe apretar los botones correctos. Esta realizada con sumo respeto, y se nota, de ser consiente de no superar en producción a la del 59, pero dar en las notas adecuadas para dejarnos una obra bien hecha.

El director, Timur, no crea nada realmente “malo”. Y aunque sé que algunos se cuestionan que no hay “razon” para hacerla, que no debes arreglar lo que no está roto, yo digo que no dejar enlatada una historia literaria bien hecha y un clásico con aspiraciones semi bíblicas por casi 6 décadas puede ser una buena razón.

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Con sus casi 60 años de antigüedad, ese fue el Ben-Hur de mis abuelos o mis padres. Pero para mí, este será mi Ben-Hur, si quizá no el ganador de 11 Óscares y de una calidad suprema, pero no una movie de casi 4 horas que no sé si muchos de nosotros nos sentemos a terminar de ver. No olvidemos que aquella fue una mega producción para ese momento preciso de la historia. El cine de esa época y el actual son artes completamente distintos. Hablamos de 50 años de separación.

No es una reinterpretación, ni un intento de modernizar la historia, cambiarla de género o todas estas nuevas equivocaciones de Hollywood al “mal revivir” películas, sino una producción bien cuidada. Sin falsas pretensiones, y con un mensaje que sin intentar hacerte o no creyente, es universal.

Además de presentarnos dos grandes aciertos, una adaptación más realista y darle una nueva visión a este clásico, la idea de tratar la venganza de Judah desde un punto de vista diferente, es decir: el perdón.

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